Lessing apuntó en alguna ocasión: “El sabio piensa todo lo que dice; el necio dice todo lo que piensa”. Hay una continuidad muy marcada de esta sarcástica frase en los ataques de un ala radical de la Iglesia católica en contra del Papa Francisco.
Unos necios no le perdonan que sea latinoamericano, como si la región que va del Río Bravo a la Patagonia no fuera el bastión del catolicismo universal, con poco más de 40 por ciento del total de católicos en el mundo. Otros, que quiera hacer pasar al Vaticano de ser una corte real a un centro de humanidad, de acogida, acompañamiento, discernimiento e integración.
Los pobrecitos radicales no pueden entender que el Papa Francisco piense todo lo que dice, por eso ellos dicen todo lo que piensan de él…, o de sí mismos. Le quieren corregir la plana sin entender que el cambio de época requiere –sí o sí—un cambio de cultura dentro de la Iglesia. Jesús no le dijo a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre una piedra edificaré mi Iglesia”. Le dijo “sobre ésta piedra”. Pedro es “ésta” piedra. Y el Señor sabía (sabe) perfectamente que no es lo mismo “una” piedra que el corazón del hombre.
Eliminar la misericordia y pretender la inmovilidad de la Iglesia, eso sí es ir en contra de los cimientos de su fundación. Es ir no solo en contra de Pedro, sino de Cristo mismo. Otra cosa que no le perdonan al Papa Francisco: su enorme humanidad, su abrazo. Quieren una Iglesia de las catacumbas, pero con ellos fuera. Apoltronados, satisfechos, viendo, como se suele decir en lenguaje taurino, “los toros desde la barrera”. Es ocioso discutir con ellos. Hay que mostrar su mala leche. Y no dejarse convencer de que “todo está perdido”.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 14 de octubre de 2018 No.1213