Cuarenta días para cambiar tu historia

La Cuaresma es un «tiempo fuerte» de la Iglesia; un tiempo que invita a la conversión, al desprendimiento, a la compasión y a la caridad. El camino de este desierto cuaresmal comienza con la ceniza y acaba con la Cena del Señor. Recuerdo de que somos polvo, sí, pero que en ese polvo que somos llevamos la impronta de Dios, su aliento, su promesa de salvación.

Abundan los consejos para vivir la Cuaresma. Consejos que van desde lo muy útil (por ejemplo, las recetas de la cocina tradicional de estos días) hasta lo muy espiritual (el ayuno riguroso de los monjes medievales). Nosotros, en este número de El Observador, hemos hecho un esfuerzo para combinar lo cotidiano con el espíritu de estos cuarenta días. En especial, hacemos énfasis en la necesidad de aprender a desprendernos de lo que nos sobra.

Una anécdota muy famosa del gran artista italiano Miguel Ángel viene a cuento para subrayar lo que es el desprendimiento. Cuentan que alguien le preguntó a este genial escultor y arquitecto cuál era su técnica para crear esculturas tan impresionantes como David, Moisés o La Piedad. Su respuesta fue la siguiente: cojo un trozo de mármol y le voy quitando lo que le sobra.

Así es, exactamente, lo que podemos hacer esta Cuaresma: quitarnos lo que nos sobra; entregarlo al que más lo necesita: no acumular, donar, pensar en el anciano, en el enfermo, en el preso. Dejar de quejarnos porque la vida nos duele y empezar a dolernos del dolor de otras vidas. Son pocos días como para desperdiciarlos. Está en juego la parte divina del polvo que somos. Si nosotros no la asumimos en el prójimo, la redención que Jesús pagó con su sangre será en vano.

Publicado en El Observador de la actualidad