Periodismo y catolicismo

Exactamente un día como hoy, 21 de enero, pero de hace 65 años (el mismo año de su trágica muerte en un accidente de aviación) el insigne periodista queretano Carlos Septién García (1915-1953) dictaba una conferencia magistral sobre “Medio de cultura y misión social”, en el Primer Congreso Nacional de Cultura Católica, celebrado en la ciudad de Guadalajara.

Como no podría ser de otra forma –llevaba el periodismo y el catolicismo en los más profundo de su alma—el “medio de cultura” era el periódico, más aún, el periódico católico;y la “misión social” era la que periódicos y periodistas católicos deberían cumplir, no solamente para ser –como decía el Papa Pío XII—“voceros” de la Iglesia, sino ser “su misma voz”, penetrando y transformando la cultura hacia el bien común.

De ahí que don Carlos hablara en ese Congreso de la necesidad de formar periodistas católicos profesionales, capaces de “informar y enjuiciar los hechos humanos actuales de importancia colectiva”.  Periodistas y periódicos católicos capaces de gestionar a los medios de prensa en sus dos principales territorios de acción: como medios de cultura, o sea en su servicio a la verdad, y como gestores de una conducta social, o sea en su servicio al bien.

Ya se ve que el periodismo católico lleva en sus hombros una grande responsabilidad, resumida en palabras de Septién García como la de “auspiciar la garantía definitiva en México a la libertad de acción en su misión propia, que la Iglesia debe tener”.

Don Carlos, por supuesto, no se refiere a la “Iglesia jerárquica”, sino a la acción libre y responsable de los católicos en la generación de una sociedad ordenada, justa, culta, respetuosa, decente y humana; una sociedad –como lo debe ser la mexicana—que se preocupe por los pobres, agradezca a Dios los dones (inmerecidos) de la vida y la familia y propague, con denuedo, la paz.

Ese “nuevo orden”, pensaba Septién García el año de su accidente en la Sierra de Mamulique (Nuevo León), cuando iba a cubrir la inauguración de la Presa Falcón (en los límites entre Tamaulipas y Texas, inaugurada esa misma tarde por los presidentes Ruíz Cortines y Eisenhower), pasa por los periódicos católicos de todo tipo: diocesanos, oficiales y, como El Observador, de laicos.  Y por los periodistas que arriesgan su pluma como se arriesga la vida en aras de una vocación extraordinariamente feraz y extremadamente silenciosa.

¿Hemos cumplido, estamos cumpliendo con esa labor en México?  Presentamos en este número una primera radiografía del periodismo católico mexicano.  Será la base –aprovechando que cada 24 de enero la Iglesia celebra al santo patrono de los periodistas católicos, San Francisco de Sales—de un informe anual que queremos elaborar desde El Observador.  Como un servicio a nuestra Santa Madre Iglesia, como un anuncio a los propios periodistas y medios católicos de la capacidad y cobertura que tenemos a lo largo y ancho de toda la nación, y como un recordatorio del legado de grandes mexicanos que, como Carlos Septién García, nunca dudaron de su fe ni de su vocación de hacer de la pluma un arma cargada de esperanza.

Publicado en El Observador de la actualidad