17 años

Gracias a Dios y a todos ustedes, El Observador está a punto de entrar a la mayoría de edad. Entiéndase: a los 18 años, cuando uno tiene ya derecho de ciudadanía. Nuestro voto seguirá siendo el mismo. La opción política, social, vital, fue, es y seguirá siendo Jesucristo vivo.

Al umbral de la mayoría de edad, estamos coordinando esfuerzos con diócesis hermanas para que circule –ya– como periódico nacional. Responsabilidad que los señores obispos y sacerdotes pueden mirar tranquilos. Es la respuesta laical a la pregunta lanzada por Jesucristo a sus discípulos: «¿Y ustedes quién dicen que soy Yo?» Simplemente, Señor, la salvación de México. Y con ella, la salvación de lo que más queremos. Y más nos duele.

Lejos de llegar cansados, llegamos con las pilas bien puestas al año 18. ¿Recuerda usted, amigo lector, cuando se asomó a esa edad venturosa? Se nos hacía pequeño el mundo para comerlo de un bocado. Así este periódico, nuestro periódico, su periódico dominical. Con bríos renovados. Lleno de Dios, de fe y de agradecimiento con Su Iglesia. Sus operadores. Sus fieles, peregrinos, emocionados, silenciosos…

El Papa Benedicto XVI –a través de un servidor—nos dejó una misión muy clara: «¡Haga buen periodismo católico, que la Iglesia de hoy lo necesita!». Sí, Santo Padre. Renovamos la promesa de seguir su mandato. Y el de Aquél del cuál usted es Vicario en esta Tierra: «Vayan y prediquen desde los tejados». Desde estas modestas –y espero que, para los malos, molestas—líneas, seguiremos la huella.