Los niños ya no juegan, ven una pantalla. Hagamos un breve repaso de lo que las pantallas muestran. Violencia: los contenidos de violencia son cinco veces más frecuentes en los programas para niños que en los programas para adultos. Sexo adelantado: el promedio de horas de Internet es de 6 horas por mexicano al día. Los niños comienzan a entrar a los 8 años de edad. Y tienen disponibles, prácticamente sin restricciones, mil 500 millones de páginas pornográficas.
Desprecio por el otro: si la televisión e Internet desplazan los tipos activos de recreación; disminuyen el tiempo dedicado a jugar con otros niños; hacen que tengan menos tiempo para usar su imaginación y para pensar; para los deportes, la música, el arte; reducen el tiempo disponible para la conversación y el intercambio de opiniones; constriñen las interacciones sociales con la familia y las amistades y reprimen la inclinación a la lectura, adivinen qué puede importarle al niño la existencia del otro. Un pepino.
Chesterton: “El negocio que se hace en la casa es nada menos que formar los cuerpos y las almas de la humanidad. La familia es la fábrica que produce la humanidad”. Hoy esa fábrica está en otra parte. Está en los cerebros de los mercachifles que ven al niño como negocio.
Ah, pero lo podemos remediar. ¿Cómo? Tan sencillo: volviendo a los viejos juegos, a la lectura, al olvidado y maravilloso arte de contemplar al otro. Y conversar con él.
Publicado en El Observador de la actualidad No. 1138