Esta semana, sin que muchos supieran que había existido, murió en Paris a los 77 años el sociólogo y filósofo búlgaro-francés Tzvetan Todorov. Autor de buena cantidad de ensayos e investigaciones que van de la estructura del relato fantástico a la conquista de América, su tema –como buen desplazado del país que lo vio nacer—fue esencialmente el “miedo” al otro, al extranjero, al refugiado, al migrante, en suma al “bárbaro”.
Todorov había pronosticado lo que hoy, en Europa y América es una terrífica realidad: que “el miedo a los inmigrantes, al otro, a los bárbaros, será nuestro gran primer conflicto en el siglo XXI”. Y más aún: que “el miedo a los bárbaros es lo que nos arriesga a convertirnos en bárbaros”. No tengo que decir que el auge de los populismos cerriles que se vive en los dos continentes, responde a sus predicciones. Basta recordar las medidas que quienes los encabezan están tomando o pretenden tomar para eliminar la “molesta” presencia de los “bárbaros” dentro de sus fronteras.
Esto no es civilización. Esto no es la respuesta de una humanidad que piensa y que siente “en cristiano”. Es la respuesta del mal disfrazado de buenos propósitos nacionalistas. ¿Qué puede salvar al mundo de esta nueva barbarie populista? Lo decía en la última etapa de su vida el propio Todorov: el amor. Nada nuevo. Pero se nos “olvida” que el amor es la esencia de los evangelios. Y de Dios.
Publicado en El Observador de la actualidad No. 1127