El poder del tuit

Tal parece que Donald Trump va a seguir haciendo de las suyas con el uso cotidiano del tuit. Sus asesores le habían dicho que se concentrara en su trabajo al frente del país más poderoso del planeta. Que dejara de tuitear como si siguiera dirigiendo sus empresas o encauzando su campaña política.

Pero no lo hizo. Y ahora utiliza esta red social como amenaza constante, como programa de gobierno, como arma para desatar las iras, las adhesiones o las repulsas a una acción política “dura”.

Una cosa es tuitear sin control cuando uno es ciudadano del común y corriente, y otra es cuando se tiene el poder que tiene Trump en sus manos. Aunque no sea el mayor tuitero.

 

El mayor tuitero de la actualidad es uno que es “tronco” para la tecnología digital (así se define él mismo): el Papa Francisco. Pero los suyos son tuits de caridad, solidaridad, misericordia. Muestran el rostro de Jesús en las redes sociales. Los de Trump son casi siempre declaraciones de guerra.

Nunca se había visto cosa igual en el mundo digital. Vamos, ni siquiera en el mundo político. Antaño, los jefes de los países o de los partidos usaban los medios para arrojar dardos envenenados contra grupos o personas que se oponían a sus intereses. Ahora es el presidente de Estados Unidos en primera persona. Como si fuera el de la compañía competidora, o el del que le va a un equipo de futbol. ¿Esta práctica hace más cercana la política al ciudadano?

 

Creo que es, justamente, al contrario. Confisca una herramienta ciudadana y la vuelve cosa del poder. Las respuestas de los tuiteros pueden ser múltiples, pero no alcanzan a cerrar la brecha entre quien tiene la sartén por el mango y quien anda en la vida tratando de completar la quincena.

En otras palabras, el poder que había dado el tuit a la gente ahora se ha convertido en el tuit del poder en Trump. Y cuando se dice Trump, se dice todo. Los 140 caracteres han quedado en manos de quien sabe usarlos para el miedo.

Publicado en Siempre!