Lo dijo con toda claridad Mónica Maggioni, presidenta de la RAI en el Foro Internacional del Paley Center (“el Davos” de los medios de comunicación en el mundo, celebrado por vez primera en Ciudad de México): en lo que respecta al triunfo de Donald Trump, “estamos desconectados de la realidad. Salimos a la calle a buscar las historias que teníamos en nuestras mentes en lugar de reportar las que estaban ahí fuera”.
No es la primera vez que pasa en los últimos meses. Primero fue el Brexit inglés y, más tarde, el “No” colombiano. Pero sí es la primera ocasión, cuando menos que yo lo escucho, que los medios se dan cuenta que su manera de proceder es mucho más ideológica que comunicacional. Que han construido dos historias y que de esas dos historias la virtual —la de ellos— parecería que es “la que cuenta”.
La que contaba. Hoy mismo las redes sociales y el voto oculto que estas redes provocan, han sustituido la antigua y enorme influencia política que contenía la televisión concretamente. Y las grandes cabeceras como The New York Times. El columnista de este rotativo, Jim Rutenberg, explicó en este foro que el 9 de noviembre, muy de mañana, miles de lectores cancelaron sus suscripciones al periódico neoyorquino. ¿La razón? “Estaban muy decepcionados porque no pudimos anticiparles atinadamente el resultado de la elección. Al final de la semana, cuando se sacudieron el enojo, recuperamos algunas suscripciones porque la gente entendió que se necesita buen periodismo en una era con tanta información falsa”.
Quizá sea cierto que recuperaron suscripciones, pero lo que sí es muy cierto es que el binomio medios-poder político ya no da para más. Clinton ganó los tres debates, cientos de periódicos en Estados Unidos se aliaron contra Trump, el USA Today, incluso, rompiendo su tradición, publicó un editorial pidiendo a sus lectores que no votaran a Trump. Y quedó Trump por la llamada “revolución blanca”. Una “revolución” a la que los medios no hicieron el menor caso.
Los medios, los grandotes y los chiquitos, sobre todo los periodísticos, tendrán que reconvertirse, en Estados Unidos y en todo el mundo. El estrepitoso fracaso de la elección de Trump indica un camino: dejar la tentación del poder y convertirse en eso, en medios, es decir, en mediadores libres entre el bien de la comunidad y la información que le es útil a la propia comunidad (no al raiting, a las ventas o al grupo de los dueños). No será fácil. Pero es el único camino visible en el corto plazo para no desaparecer.
Publicado en Siempre!