El acuerdo mundial por el clima, el histórico compromiso en París, el pasado 12 de diciembre, en el que 195 países (los que están dentro de la ONU) acordaron rebajar las emisiones que contribuyen al calentamiento global del planeta en que vivimos, puede no ser una consecuencia directa de lo expuesto por el Papa Francisco en “Laudato si”. Pero es algo tan parecido a una respuesta que solamente un ciego contra el Pontífice podría dejarlo pasar de largo.
Los principales puntos que contiene el pacto –enfriamiento del planeta para que a fines del siglo XXI la temperatura no haya subido más de 2 grados; control e informes cada cinco años de los compromisos adquiridos por países como Estados Unidos y China; creación de mecanismos de compensación a los Estados más afectados por el cambio climático y la ayuda financiera acordada para que los desarrollados movilicen 100 mil millones de dólares cada año para ayudar a los países con menos recursos—son las principales propuestas del documento papal.
Lo cual nos da una pista a todos los católicos de lo que podemos hacer. Rezar, sí, pero actuar, astutos e informados, en el mundo. En este mundo. No en uno ideal, en que todos sean piadosos y tengan temor de Dios. En el mundo real, con el lenguaje que entiende la gente de hoy. Sin renunciar a Cristo, nuestra única fuerza y nuestra mayor capacidad de cambio. Lo de París es como lo de la Luna: un pequeño paso, un salto gigantesco del hombre.