Me llamó poderosamente la atención cómo fue presentada por el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, la fuga del Chapo del penal de alta seguridad del Altiplano. Sin la menor muestra de desánimo, el Comisionado narró el guión de una película de Hollywood.
Un kilómetro y medio de túnel; lo ancho, lo alto, las herramientas, la motocicleta y los rieles, de dónde a dónde iba. Solamente le faltó declarar que el señor Guzmán Loera estaba pasando a la leyenda, como Chucho el Roto o Pancho Villa.
Me dice una fuente que don Monte Alejandro es un hombre de estudio. Una gente que se ha ganado a pulso el lugar donde está. No lo dudo. Lo que sí creo es que su presencia, el domingo por la mañana, tras la fuga del narcotraficante más buscado de todo el mundo, lejos de dejarme tranquilo —de eso, seguramente, se trataba: de tranquilizar a la población mediante el método de la “información objetiva” y la “activación de los protocolos” para una caso como este en el penal del Altiplano— me dio oportunidad de entrever la catástrofe en que se ha convertido la comunicación en nuestro sistema nacional de seguridad pública.
En la narración del Comisionado nunca hubo un asomo de duda. Se hizo lo correcto. Se tenían los protocolos adecuados. Se cerró el penal, los trabajadores que estaban en esa hora no podrían salir y los relevos no podrían entrar, etcétera. Pero no se le coló la información que todo el país estaba esperando: ¿cómo es posible que le construyan un túnel así al preso más importante del sexenio? Las regaderas tienen drenaje para escurrir las aguas jabonosas, no para escurrir narcotraficantes.
Con todo este manejo de la comunicación de crisis, hay demasiadas evidencias de que el gabinete de seguridad del presidente Peña Nieto nos ha terminado de construir un personaje de película. Un nuevo mito popular que tendría muchas cosas para compartir en la industria del cinematógrafo. El problema es que se trata de un matón. Y que al país se lo puede llevar la trampa. El problema es que no hay nadie que saque la cabeza y diga: eso no volverá a ocurrir. ¿Por qué? Pues porque volvió a ocurrir. Y los que ahora lo andan cazando se burlaron de los que ayer lo dejaron salir en un carrito de lavandería.
La comunicación pública en una crisis como ésta debe enfocarse al tema de la generación de una estrategia ciudadana en comunión con el gobierno. Creer que somos solamente espectadores de una lucha contra el narcotráfico es darnos a entender que es una lucha de titanes a la cual no fuimos invitados sino como espectadores. ¿No podría decirnos el Comisionado qué parte nos toca a nosotros de aquí en adelante? ¿El Presidente no debería convocar una gran cruzada nacional no contra las fugas de Almoloya o Puente Grande, sino contra el consumo, trasiego, producción y comercialización de droga y contra la protección social, gubernamental, militar y hasta comunicacional de los capos?
Este es el momento cumbre del sexenio: si lo aprovechan mal la presidencia y su gabinete de seguridad (si sigue informando como lo hizo Monte Alejandro Rubido el pasado domingo 12 de julio) y nos sacan de la jugada para evadirse ellos de su responsabilidad ante la historia, el Chapo pasará de las páginas de Forbes a las de Hola.
Publicado en Revista Siempre!