La Iglesia apoya en la lucha contra el crimen

Una entrevista con Jorge Traslosheros, doctor en historia e investigador de la UNAM. Hace unas semanas, el presidente de México, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, se reunió con importantes líderes religiosos del país para tratar de delinear en conjunto una estrategia de combate al crimen organizado y, particularmente, al narcotráfico.

En la reunión, el presidente de México solicitó la colaboración de las iglesias para promover una cultura de la legalidad e impulsar la renovación de los valores en la sociedad. «Me parece importante que se reconozca la raíz cultural del crimen y la necesaria colaboración de las religiones para erradicarlo», dijo a Zenit-El Observador, el historiador mexicano Jorge Traslosheros, en una entrevista en la que sostiene que la presencia del crimen organizado en la vida de la sociedad mexicana es muestra de la corrupción moral que la carcome.

Recientes estadísticas hablan de 28 mil muertos en la guerra contra el narcotráfico en los últimos cuatro años, la mayor parte de ellos (80 por ciento) jóvenes. Por lo demás, hace pocos días, al celebrarse el Día de la Juventud, se dio a conocer que en México 75 por ciento de los jóvenes que ingresan a la Población Económicamente Activa (PEA) carecen de un empleo formal, y que son muchos de ellos carne de cañón de los cárteles de la droga, que abastecen sus filas de muchachos que no tiene empleo y que forman lo que se ha dado en llamar «ninis», jóvenes que ni estudian ni trabajan.

 A continuación, la entrevista con Jorge Traslosheros, doctor en historia e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México:

¿Se trata de una crisis económica o de la quiebra de la cultura de la legalidad?

«El crimen organizado, es necesario insistir, no se reduce al narcotráfico. Opera pervirtiendo la relación armoniosa entre las personas e impidiendo cualquier forma de solidaridad constructiva. Su esencia es el desprecio por la vida y la dignidad humana, reduciendo a la persona a un simple objeto de uso, abuso y desecho. Se nutre de una mentalidad utilitaria orientada a la eficiencia en la consecución del dinero y del poder. El derecho, los valores y la religión valen ‘un cacahuate’, es decir, no valen nada. La única ley que importa es la del más fuerte. La omnipresencia del crimen organizado nos desvela, entonces, la profunda crisis cultural que nos carcome».

¿Se ha equivocado la estrategia al sacar al ejército a las calles?

 «Cierto es que el crimen ha enraizado por la torpeza del Estado para combatirlo y prevenirlo, pero no lo explica todo. La inoperancia de políticos, legisladores, jueces y gobernantes es causa eficiente, pero no suficiente del crimen. También ha florecido porque la educación ‘oficial’ ha pasado de ser ‘libre de valores’ —como fue proclamada en 1973— a otra confundida en sus valores, lo que ha creado una sociedad que ha extraviado el valor de la persona».

¿Qué ha fallado en la estrategia contra el crimen organizado?

«El crimen prospera cada vez que se desprecia la vida y la dignidad del ser humano, no importa quién lo haga. Su fuerza aumenta cuando nuestros políticos promueven —incluso de buena intención— el desprecio a la persona y la vida de las mujeres, de los concebidos, de los ancianos y enfermos aunque sean terminales; cuando atacan a la familia con experimentos de ingeniería social; cuando dejan impune más del 90% de los crímenes, en especial aquellos que son políticamente incómodos como los de Acteal, Atenco, la guardería ABC, la discoteca News Divine o Casitas del Sur. No importa que la colaboración se presente pintada de muchos colores, o la muestren envuelta en «derechos humanos», o se llenen la boca hablando de la dignidad humana en anuncios de radio y televisión. Cuando los políticos actúan de esta manera se asemejan a aquel que, al ser preguntado sobre su situación, desde en el fondo de una zanja respondía: ‘Aquí, bien, en la fosa y cavando, pero unos metros más y saldré del hoyo’».

¿La colaboración de las instituciones religiosas marca un nuevo rumbo a la crisis de inseguridad que vive el país?

«El crimen se adueña de México porque hay sectores de nuestra sociedad civil que lo han cobijado por omisión o acción, de manera consciente o por simple ignorancia, por colaboración cierta o por temor a la represión. El hecho es que nuestra sociedad no ha tenido la fuerza cultural para identificar el mal, evitarlo y combatirlo. Dicho en términos religiosos, la sociedad mexicana ha colaborado de palabra, obra y omisión con el pecado y con ello se ha destruido la convivencia social. Las religiones tienen, sin duda, una tarea importante que realizar».