Libros y vacaciones

leyendo-libroPara mí no hay vacaciones si no están asociadas a uno o varios libros. Puede faltar el mar, la montaña, la ciudad colonial o la casa en el campo. Lo que no puede faltar es una buena lectura: escogida, mimada, aguantada hasta el período de sosiego. Y eso me ha ganado horas maravillosas de solaz, incluso sin salir de la casa.

El obispo de San Sebastián (España), don José Ignacio Munilla ha instituido una lista de 34 libros para el verano.   Cierto, el verano europeo es mucho más largo que el nuestro. Yo no quisiera hacer una lista tan extensa. De hecho llevo solamente tres libros, dos novelas y uno de poesía: Un sueño de Bernardo Reyes, de Ignacio Solares; Todo ángel es terrible, de Susanna Tamaro y la antología poética Tierra inalcanzable, de Czeslaw Milosz.   Usted puede hacer, perfectamente, su lista de acuerdo a sus afinidades. Solamente podría dar un consejo; que sean textos que acompañen su silencio. Diferente es que lo diviertan o lo alienen; que lo enerven o lo estresen.

El período de vacaciones es eso; un buen libro, una ocasión para rezar, un remanso para abrazar a Dios. Nótese que ninguna de esas acciones tiene como ingrediente el gasto. Los libros cuestan, sí, pero no más que tres o cuatro entradas al cine. El Rosario y Dios son gratuitos… Quiero decir que la lectura es un gozo que nos acerca al ritmo en que respira Nuestro Señor. Un ritmo pausado, que cree en el hombre, en su dignidad y en su libre ejercicio de la conciencia.

No hay razón para aplazar la lectura y hacer de ella una vacación. El espíritu necesita descansar para volver a la batalla renovado. Para hablar otra vez con Dios, sin prisas.

Publicado en El Observador de la Actualidad