En defensa de JP II

juanpabloiiIba a ocupar este “Pórtico” con un comentario sobre el hambre en México, pues el número de El Observador va dirigido a tentar –de lleno—este tema escabroso, dolorosísimo y desconocido. Pero me topé con la pregunta que una conocida periodista está haciéndole al público: “¿Tras el reconocimiento de los Legionarios de Cristo de la conducta de su fundador, vale la pena seguir adelante en la canonización de Juan Pablo II?”

A primera vista, parece una cuestión impertinente. Pero hay que rechazar la respuesta fácil, del tipo “es un ataque que quiere desacreditar a la Iglesia”. Ésa fue, exactamente, la actitud de Maciel ante sus acusadores. Como el clásico ejemplo de las películas, señalaba a otro lado, al ladrón, cuando él era el ladrón.

Releo el capítulo que Paolo Rodari y Andrea Tornielli dedican al caso Maciel en su libro En defensa del Papa. Ahí se ventila una carta que, durante el proceso de beatificación de Juan Pablo II, envió el cardenal Saraiva, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, al cardenal Levada, sucesor de Ratzinger en el ex Santo Oficio, indagando sobre la relación entre el Papa Wojtyla y Marcial Maciel. “Al respecto –escribió Levada—la única respuesta que esta Congregación está en condiciones de proporcionar es la siguiente: constan algunas cartas y súplicas dirigidas a Juan Pablo II por los denunciantes. Sin embargo, no existe ninguna implicación personal del siervo de Dios en el procedimiento relacionado con el Rev. Padre Marcial Maciel Degollado”. Es decir: Juan Pablo II no encubrió a Maciel. Simplemente, las cartas, las denuncias no llegaron a su mesa de trabajo. ¿Por intermediación de quién o de quiénes se quedaron en el camino? Hay algunos nombres, pero nunca sabremos la verdad.

Publicado en www.elobservadorenlinea.com