Los Legionarios fueron realmente traicionados por su fundador

jesuscolinaJesús Colina es uno de los periodistas católicos más reconocidos en la actualidad.  Su trayectoria, primero como fundador y director general de Zenit y ahora como presidente de Aleteia ha sido fundamental para la profesionalización del sector y semillero de iniciativas en Europa y América Latina en esta área –la comunicación y el periodismo desde una perspectiva católica—que antes de él poco se vislumbraban como posibles.

Fue autor de una entrevista con Marcial Maciel (Mi vida es Cristo, Planeta, 2003) que ahora mismo considera como uno de los más grandes errores de su vida profesional.  Esta es una entrevista exclusiva de El Observador a quien ha sido amigo de esta casa editorial desde, prácticamente, sus inicios.

¿Quién te propuso el libro?

A inicios del año 2000, una de las editoriales más grandes de España, Planeta, propuso a Maciel un libro entrevista. Maciel y sus secretarios en la dirección general de los Legionarios me hicieron la propuesta. Entonces cometí uno de los errores profesionales más grandes de mi vida.  Contesté que sí, pero con una condición: la gente no buscaba en Maciel un libro de teología o de filosofía, sino un libro vivencial, basado en la aventura humana y espiritual del fundador de una congregación religiosa que contaba con un número increíble de vocaciones a la vida religiosa y al sacerdocio.

¿Lo conocías a él?

Yo había conocido a Maciel cuando tenía 12 años, y nunca había imaginado lo que había detrás. Sólo me había chocado, en alguna ocasión un cierto apego a la imagen y al lujo (en su oficina, en sus coches, etcétera). Pero yo lo atribuía a una cultura diferente a la mía, pues yo había nacido en una familia sencilla del norte de España.

Cuando yo era adolescente, Maciel nos había dado conferencias en las que hablaba de lo que vio en la persecución religiosa en México, en particular el martirio del beato José Luis Sánchez del Río. Nos narraba cómo fundó la Congregación a los 20 años en Tlalpan, en el DF, junto a un pequeño grupo de adolescentes mexicanos. Nos explicaba cómo llegó con sus seminaristas a Europa, primero a Cantabria, en España, y luego a Roma. Aquellas aventuras habían dado origen a una de las congregaciones más florecientes de la Iglesia. Me parecía una de las aventuras más apasionantes del siglo XX y consideraba que había que contarlo.

¿Fue por esas vivencias y por una especie de olfato periodístico por lo que decidiste estampar tu nombre en el libro-entrevista?

Yo creía que Maciel nunca aceptaría mi propuesta, pues ya en el pasado le había propuesto entrevistas de ese tipo y las había rechazado. En esta ocasión, sin embargo, dijo que sí. Para mí fue una gran alegría. Hoy es un motivo de profunda tristeza. Ahora sabemos que en ese libro manipuló la realidad. Un Legionario de Cristo, que estuvo relativamente cerca de él, me dijo hace unas semanas al encontrarme con él en la calle por Roma: «El ‘Señor de los Anillos’ es más cercano a la realidad que tu libro».

¿En qué basaste tu texto?

El libro se basó en horas de grabaciones de Maciel, que se realizaron con la colaboración de sus secretarios. En esa época, Maciel y los suyos trabajaban en una historia oficial de la Legión narrada por Maciel. Esto ayudó mucho en la recogida de material para el libro. A este material se le añadió la presentación de los principios y el espíritu de la Legión de Cristo, que en buena parte habían sido expuestos en sus Constituciones.

Por aquél entonces, ¿no había nada de las acusaciones sobre la conducta de Maciel?

Cuando Planeta hizo la propuesta, comenzaban a publicarse, artículos con acusaciones contra el padre Maciel. Yo creía que se trataba de calumnias. Creía que utilizaban a la persona de Maciel para atacar a la Iglesia, y en particular a Juan Pablo II, que tanto había apoyado al fundador de los Legionarios. De hecho, en alguna ocasión cayó en mis manos alguno de esos artículos o libros y no les di mucha credibilidad, pues contenían errores circunstanciales en nombres, lugares o fechas. Yo me decía: si se equivocan en detalles de crónica, quizá pueden equivocarse en la narración global.  Le propuse a Maciel que aprovechara la oportunidad de la publicación del libro para responder a sus acusadores. Me respondió que Cristo en el Evangelio invita a poner la otra mejilla ante los ataques. Explicaba que la mejor respuesta a la calumnia es el silencio. Ahora sabemos que si no respondió es porque esas acusaciones eran verdaderas.

¿Te sientes usado?

La verdad es que sí. Me he sentido usado tanto por Maciel como por sus secretarios, que me garantizaron en varias ocasiones su inocencia. Al conocerse después los delitos de Maciel me sentí engañado. Profesionalmente, ahora reconozco que debería haber sido menos crédulo. Los secretarios de Maciel me enseñaron documentos que supuestamente probaban su inocencia ante los acusadores. Me mostraron una supuesta carta de uno de los acusadores en la que se retractaba y aseguraba que había hecho acusaciones movido por la presión de los acusadores. Maciel era un genio del engaño y muchos, yo también, fuimos manipulados, por desgracia. Es verdad, que el acuerdo con Planeta fue muy claro: el libro no era una investigación periodística, sino una entrevista en la que Maciel contaba su vida y pensamiento. En este sentido, el trabajo del libro fue coherente. De todos modos, fue una operación de manipulación típica de Maciel.

¿Viste a Maciel después de publicado el libro?

Sí, de hecho le fui a saludar con mis hijos en alguna ocasión en la dirección general de los Legionarios en Roma. Un año después, el 30 de noviembre de 2004, en el Vaticano se organizó una gran fiesta para celebrar los sesenta años de ordenación sacerdotal de Maciel. Yo tenía mucho trabajo y no pensaba asistir en ese día. Pero Maciel y sus secretarios insistieron para que pudiera participar. Y de hecho así lo hice. Juan Pablo II ya estaba enfermo, pero dirigió un emotivo discurso. Parece que tiempo después, cuando estaba hospitalizado en el Gemelli, los documentos con los que llegaba el cardenal Joseph Ratzinger se referían a la investigación que él abrió sobre el padre Maciel. Si mis datos son verdaderos, significa que el Papa se enteró poco antes de morir de quién era Maciel y de cómo le había engañado. Debió ser un sufrimiento terrible para ese hombre santo conocer la verdad en sus últimos días de vida.

¿El daño de Maciel a la Legión es reversible?

El daño está hecho. El escándalo ha sido uno de los más grandes de la historia de la Iglesia. El daño en sí es irreversible. Pero ahora todo depende de los legionarios, o más bien diría de cada legionario. El Vaticano no sólo ha constatado los delitos, sino también la cultura del poder y del control que introdujo Maciel, entre otras cosas para poder cubrir sus vidas paralelas. La pregunta, por tanto es: este daño irreversible, ¿es tan grave como para poner en peligro el futuro de la congregación? La respuesta depende en buena parte del capítulo general de los legionarios de Cristo que ahora se celebra en Roma. Si con las nuevas constituciones se corta radicalmente esa cultura del control que impuso Maciel, si se condenan con total claridad sus delitos, y se repara con coherencia y caridad cristianas el mal hecho a todas las víctimas, entonces sí que veo un futuro. Si se resta importancia a lo sucedido, entonces se pondría realmente en peligro el futuro de la congregación, pues se basaría sobre la mentira y la incoherencia.

Se trata de un principio de humildad, ¿no es así?

Si los Legionarios de Cristo tienen la fuerza para aceptar hasta el final lo sucedido y reparar las consecuencias negativas, entonces su ejemplo de vida podría ser profético. Sí, pues son hijos espirituales de una traición. Y hoy en día muchas personas se sienten hijos o víctimas de la traición: traición entre los padres, traición de la persona que se ama, traición en el mundo del trabajo, traición entre los amigos… Los Legionarios han sido realmente traicionados por su fundador. Si son capaces de aceptar cristianamente esta traición y reparar las consecuencias, podrían convertirse en un ejemplo de amor a Dios y de humildad para las personas que cruzan en el camino de sus vidas. Una humildad, curiosamente, que no fue predicada con la vida por Marcial Maciel.

Por Jaime Septién / El Observador

Una de las congregaciones religiosas de mayor crecimiento en religiosos y sacerdotes, la Legión de Cristo, está afrontando desde hace años una crisis poco común en la historia de la Iglesia al revelarse los graves y numerosos delitos de su fundador, Marcial Maciel. El 8 de enero comenzó la reunión del capítulo general  de los Legionarios de Cristo, el máximo órgano de gobierno, que debería certificar un proceso de purificación y relanzar el servicio de esta congregación a la Iglesia y al mundo. Para acompañar a los legionarios en este “camino de profunda revisión”, el Papa Benedicto XVI nombró a un delegado pontificio, el Cardenal Velasio de Paolis, quien en estos tres años y medio ha renovado a algunos de los superiores de la congregación, y ha guiado el proceso de redacción de las nuevas constituciones, que ahora el capítulo general tiene que aprobar.