Un crítico local quiso pasar por figura y le endilgó un réquiem a Ratzinger, a quien le llamó «encubridor» de «horripilantes» crímenes. Es demasiado como para no responderle con un número especial de El Observador sobre eso que el crítico de marras juzga «una institución decadente».
Podríamos irnos a los números. Pero los números no son los que forman el corazón de nuestra Santa Madre. Tampoco la persecución, el odio, los –esos sí—horripilantes asesinatos en países y regiones donde la cristofobia se ha vuelto moneda común, acción de aplauso, cruzada contra los infieles.
Podemos irnos a las obras de caridad, donde los católicos, en México y en el mundo, somos buque insignia, desde la latitudes saharianas de Kainuk, donde un puñado de misioneros mexicanos (guadalupanos) acogen a los turkana y a las refugiadas del Sudán, hasta las Haciendas de la Esperanza, en Brasil, donde se ha erigido un faro de luz para los niños de la calle. O Santa María el Mexicano, aquí por Colón, o el Café de la Biblia, en Córdoba, Argentina, o… No tiene caso: estos obcecados detractores del catolicismo solamente ven sotanas perversas y renuncias del cardenal de Escocia.
Hoy –en la víspera de la elección de un nuevo Papa, con un Papa Emérito en Castel Gandolfo– tenemos la dicha de poder contar, en el futuro inmediato, con un Papa orante y un Papa actuante. La Iglesia que pide a Dios y piensa fuerte, y la Iglesia que convierte su fe en obras. Sus dogmas son regalos de libertad; su pueblo es un Credo que involucra la vida; su dimensión histórica ha sido –y seguirá siendo—la máxima contribución al bien común.
No tememos a esos críticos enclenques, que sacan de la chistera conejitos asustados cuando habían prometido mostrar poderosos dragones. No; le tememos a la ignorancia, que es un pecado social. Porque al publicarla hacen daño a seres inocentes. Como daño hacen los curas pederastas o los católicos vergonzantes. Pero que no se preocupe el crítico: esa no es la Iglesia.
Publicado en El Observador de la Actualidad
I’m looking for the birthdate of Fray Don Jose Miguel Sanchez-Navarro y Rodriguez bishop of Monclova & Saltillo,Mx. 1830’s.