Amanda Todd

El pasado 10 de octubre, sin que mediara una acción delictiva, según el parte rendido por la policía montada de Port Coquitlam (Columbia Británica) de Canadá, “apareció” en su casa el cadáver de la jovencita de apenas quince años de edad Amanda Todd. Suicidio por causas no conocidas, reiteró el parte policiaco. ¿No conocidas?

Desde hacía tres años, la vida de Amanda, ventilada por Internet, era un infierno perfectamente conocido por varios cientos, quizá miles, de usuarios de la red en su distrito, en su país. La historia detrás de esta tragedia es la siguiente: Amanda Todd fue convencida, a los doce años de edad, de mostrarles sus senos a un pederasta de los que abundan en Internet. Un año más tarde, el mismo acosador le exigió con chantajes de “colgar su foto” en Facebook si no posaba desnuda para él. La chiquilla —amedrentada, solitaria, indefensa ante la maldad del estúpido hostigador— lo hizo. Y su foto fue colgada, al día siguiente, en el perfil del sujeto (a quien la organización colectiva de piratas informáticos Anonymous descubrió) y distribuida a sus familiares, a los maestros y alumnos de su escuela. El calvario de Amanda estaba servido.

Hija de padres divorciados, sola en el mundo, trató de burlar el cerco que le había tendido la red en su versión perversa. Cambió de escuela, de nombre, de ciudad. Nada le hizo alejarse del estigma. Cada paso que daba la hundía más en el hostigamiento. Fue golpeada por sus compañeras, fue expulsada de las escuelas donde se inscribió, fue arrojada al cepo de Internet, donde no hay piedad ni cercanía sino persecución, mofa y salivazos.

El padre de Amanda, el único que parecía darse cuenta de algo, aunque muy remotamente, iba por ella a la escuela y la depositaba en la casa. La dejaba picarse los brazos, tomar alcohol hasta embrutecerse, usar drogas. Una vez bebió lejía para matarse, pero la salvaron a tiempo purgándola en un hospital. Otra vez más intentó suicidarse tomando pastillas.

Hizo el video —un mes antes de suicidarse— que hoy es una referencia en You Tube: “Mi historia: lucha, acción, suicidio, daño”. En nueve minutos, sin una sola palabra, a través hojas tamaño carta cortadas a la mitad, narró todo lo que sabemos de ella. Al final, lanzó un SOS al mundo: “No tengo a nadie, necesito a alguien. Mi nombre es Amanda Todd”.

Silencio. Más burlas. Más brutalidades. ¿A quién sorprendería que un mes más tarde, su cadáver apareciera tirado en cualquier rincón de su casa? A nadie, salvo a la policía canadiense, que todavía está investigando las causas del suicidio…

Publicado en Revista Siempre!