España

El triunfo del Partido Popular en las elecciones del pasado 20 de noviembre, día emblemático para el franquismo y la derecha española, no deben ser interpretadas como una vuelta al conservadurismo ibérico, sino como una llamada clara de atención a los gobiernos guiados por ideologías como el de Rodríguez Zapatero; la gente necesita hoy tener empleo, salario digno, seguridad social y bienestar.

La pérdida de más de cuatro millones de votos del psoe, los 186 escaños del pp y la mayoría absoluta para Mariano Rajoy, debe ser, también, leída en clave de comunicación pública. En efecto, la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero apostó todo por una “recuperación de la memoria histórica” sin considerar que la memoria es compartida. Que ni todos los viejos son franquistas ni todos los jóvenes socialistas. Que no todos los que leen El País iban a votar por Pérez Rubalcaba, ni todos los que leen abc lo iban a hacer por Rajoy. En el fondo, el “spin” comunicativo de las campañas fue el que falló al psoe. Primero, porque su candidato no comunicaba mucho. Segundo, porque apostaron a unos pocos (y muy fuertes) medios de comunicación en lugar de ver las condiciones reales de los electores.

Esta es una falla que suele producirse en las campañas modernas. Todo para la tele, nada para la gente. Pero, al menos en España, sucedió que de por medio estaban los “indignados” de Puerta del Sol. Y que los “indignados”, en apariencia, no juegan para ningún partido político. Porque el desempleo, que en la península llega a muchos millones de personas, carece de denominación política, como la pobreza. Las huestes del psoe pensaron que la batalla iba a ser mediática. Y resultó que no. Que la batalla estaba en la calle. Rajoy lo supo desde hace tiempo. Dirigió sus baterías contra el desastre económico al que había sometido Rodríguez Zapatero a España. Ahora tendrá que cumplirles a los españoles. Su triunfo no es un cheque en blanco. Tiene que ver con la economía monda y lironda. Y con que la gente vuelva a tener dinero para irse de tapas.

El tamaño de la crisis de la zona euro ya comienza a calentar el ambiente político de países tan lejanos como el nuestro. Si los candidatos se empeñan en restituir el poder a su partido, conservarlo o tumbar de la silla al contrario, la deserción en las urnas está servida. Va a ganar quien mejor pueda establecer las coordenadas de la seguridad económica que exigimos los mexicanos. No sé si lo de España sea un camino claro. Lo que sí estoy seguro es que ya pasó el tiempo de que ganaba el más guapo, el que ponía más lana a la televisión o quien mentía con más argumentos. El horno se cerró para los bollos.

Publicado en Revista Siempre!