Acaba de morir uno de los grandes del periodismo de investigación en México. A los setenta años de edad, Miguel Ángel Granados Chapa dijo adiós a su columna en el diario Reforma, “Plaza Pública”, un viernes 14 de octubre y murió al domingo siguiente, el 16 de octubre de 2011. Murió como debe morir un periodista: de forma discreta, despidiéndose sin aspavientos. Dijo: aquí termina, ésta es mi convicción, y nada más.
Muchos años, los lunes, me concedió el maestro Granados Chapa colaborar de forma gratuita en un noticiario radiofónico de provincia. Siempre amable, aceptó dar conferencias, invitaciones y consejos a pedido de un servidor. Nunca vi en él nada parecido al gran divo de la pluma, que solamente acepta colaborar o donde cobra mucho o donde hay muchos reflectores y puede sacar raja a la larga. Ignoro que haya pasado en otros ámbitos de su vida. Conmigo fue un caballero. Un verdadero caballero.
Yo admiré en él su capacidad de estar al día, sus ficheros de información, su elegante manera de hablar. Era el prototipo del viejo periodista. Sabía escribir, investigar, charlar en público. Y participar —no desde su columna— en la vida política. Le pagué (es un decir) el favor cuando fue candidato en Hidalgo. Era siempre un reto entrevistarlo. Había que estar muy informado y dejarlo hablar, extenderse, no interrumpir el hilo de su conversación. Alguna vez le conté —de forma apresurada— que él había sido el motivo de que conociera a mi esposa. Lo invitaron a una semana de comunicación en el ITESM, Campus Querétaro. A la hora de la hora no pudo ir. Me pidió que lo sustituyera. En la inconsciencia de los veintidós años dije que sí, que cómo no. Fui a Querétaro. Dije una serie de barrabasadas. Obtuve palmitas. Al final una mujer deslumbrante se presentó y me dijo que no había entendido nada. Muchos años después, sigo tratando de explicarle…
Miguel Ángel fue, siempre, referencia obligatoria. Muchas veces no estaba de acuerdo con él, pero siempre entendí que solamente se puede estar en desacuerdo profundo con alguien que escribe por ocupar espacio en los periódicos. Él no. Al final, me quedaba la duda. Hacía tambalear mis opiniones: era la fuerza del periodismo tal y como algunas veces lo discutí con él.
Sabía que yo soy católico. Que tengo un periódico católico. Alguna vez los extremistas le pegaron cuando era estudiante universitario. Quedó muy resentido. Pero a mí no me lo dijo. Ni me escamoteó nada. Una vez lo invité a dar una conferencia para promocionar las suscripciones de mi periódico. Fue y regresó el mismo día en autobús, desde México. Un periódico local —en su columna política— se preguntaba si Granados Chapa estaba enterado de quién lo estaba invitando (como si fuera el mismísimo demonio). Claro que lo sabía. Porque si algo lo caracterizó es que siempre lo supo todo. Hasta el día que tenía que retirarse, porque ya se iba a morir. Descansa en paz, querido maestro.
Publicado en Revista Siempre!