El parte diario de la violencia por el narcotráfico está adquiriendo visos de parte de guerra. Y como tal, el público se va acostumbrando a leer el número de bajas, de heridos, de “daños colaterales”. El síndrome de la inseguridad está apoderándose, rápidamente, de las familias mexicanas que nada tienen que ver con el narco. Aumentan celulares, blindados, plumas en los fraccionamientos, personal de seguridad… Gastos que, la mayoría, no pueden hacer. La seguridad es pagable por unos cuantos.
Hay voces que se alzan en contra de los medios. Que los tachan de “cómplices” por despojar de dramatismo propio a los degollados, descuartizados, encajuelados, ahorcados que aparecen —día con día— en las calles, las plazas, los bares, los centros de reintegración juvenil, las carreteras, los camellones, los puentes… Otros los ponen color amarillo, por dedicarle demasiado espacio a la nota roja, haciendo creer que todo México está en manos de los “zetas” y que, cualquier vecino nuevo, si viene de Michoacán, es de “La familia”.
Los medios se han visto envueltos en el dilema sobre informar o no informar; o más bien, sobre cómo informar una guerra para la cual los periodistas no están preparados. Una guerra sin enemigo. Que enfrenta dos fuerzas antagónicas pero hasta cierto punto etéreas: el narco y el crimen organizado en contra del “Estado”. El problema se complica cuando se descubre, tras las balaceras, las detenciones, las redadas y las ejecuciones, que hay muchos de un bando (el del “Estado”), actuando al servicio de los “enemigos”. Y que los “enemigos”, en ocasiones, son gente común y corriente, con la mala idea de salir pronto de la pobreza mediante el dinero “fácil” del narcotráfico.
En verdad es un tema delicado. No informar es crear un falso clima de tranquilidad que en nada alimenta la buena marcha del país. Dar demasiada relevancia a lo que la tiene, puede terminar en apología de la violencia y en miedo generalizado. Por lo demás, está también el tema del turismo, de la imagen de México, de la caída en el mercado nacional de visitantes a las playas… ¿Qué recomiendan los clásicos del periodismo; qué las plumas connotadas del “cuarto poder”?
Daré la respuesta de Kapuscinski: los medios tienen que preocuparse por informar sobre lo que sucede y no sobre lo que a ellos les puede llevar a ganar la competencia con los otros medios. Dicho de otra forma: volver al viejo método de que lo que importa es el lector y no el “raiting”, la audiencia, el tiraje, el número, la publicidad. La respuesta del periodismo está en el propio periodismo: que el mundo real es lo que determina la información. Y no el mundo ideal, donde “yo” tengo que pasar por encima de los otros. Si esa fuera la norma, a lo mejor los mexicanos nos uniríamos más y evitaríamos el miedo que corrompe todo.
Publicado en Revista Siempre!