El libro electrónico está poniendo en jaque a la industria editorial tradicional. De pronto, los grandes monopolios en los que ésta se había conformado, se enfrentan a un luchador más grande, con mucho mayor fuerza y una capacidad de penetración (barata) con el que no habían contado a la hora de absorber a editoriales pequeñas, artesanales, con gusto por el libro.
Los gigantes de la impresión están contra la pared. Y eso es bueno. Le voy a decir por qué. Porque van a tener que voltear, de nueva cuenta, al artesano, al que trabajaba en su pequeño taller de encuadernación y mostrarle al público que hay una diferencia real entre el libro electrónico –hecho con materiales muy frágiles—y el libro para perdurar, que fue siempre la esencia del libro impreso.
En otras palabras, como suele suceder en las películas de acción estadounidenses, el eslabón más débil de la cadena –el jubilado, el viejo, el que ya no servía para nada, según la propia industria—es el encargado de sacarla a flote. Volveremos, venturosamente, al libro-objeto. ¿Quién de nosotros no se acuerda de Alianza Editorial, en su colección Libro de Bolsillo, sus mil 600 títulos y las portadas maravillosas de Daniel Gil?
Según la Federación de Gremios de Editores en España, cuatro son los principales mecanismos que se producen a la hora de comprar un libro: el tema, el consejo de un amigo, el autor del libro y el diseño. No es que sea lo último, aunque tampoco lo primero. Sin embargo, si tema, consejo y autor están a la mano, de igual firma, en el libro electrónico, lo que queda es, evidentemente, el objeto de diseño editorial llamado libro impreso. Será más caro, más restringido, pero de mayor durabilidad, textura y capacidad de “jalar” a la lectura a los más reticentes.
Por su propia composición, el libro electrónico –no se diga el libro leído “en línea”—es desechable. Por lo mismo, el libro barato, la edición popular realizada para llegar a la gran mayoría, irá desapareciendo. Ya hay otro modelo de distribución (el modelo electrónico) que tomó su lugar. Ahora, la industria se volverá a lo antiguo: el olor, el tacto, la tapa dura, el diseño basado en el texto, la selección más rigurosa, el cuidado editorial. Para quienes tenemos pasión por los libros viejos y bien cosidos, por los libros sobrios, elegantes (que no quiere decir lujosos) y bien rematados, será un regalo. Un regalo de la era digital. Aunque tendremos que ahorrar más para comprarlos.