No se puede seguir haciendo más de lo mismo en este cambio de época

El cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y presidente de Caritas Internacional, comparte en esta entrevista una serie de reflexiones sobre la institución de ayuda católica que preside, la justicia y el documento de Aparecida.

Por Jaime Septién y Omar Árcega

¿Caridad y globalización son compatibles?
«No sólo son compatibles, sino que la caridad tiene que globalizarse. Cristo nos dejó el amor al prójimo. Juan Pablo II nos decía que en un mundo donde sólo se globaliza la economía hay que globalizar la solidaridad, y la muestra más grande de solidaridad es el amor».

¿En dónde se juntan las palabras solidaridad y Evangelio?
«Ya de por sí el Evangelio es solidaridad. Es la Palabra hecha carne, que viene a hacerse uno de nosotros y se vuelve Buena Notica, se vuelve Evangelio. El  Santo Padre, en el primer volumen sobre Jesucristo, decía: el Reino no es un lugar, no son cosas, el Reino es una persona, es el Señor Jesús.  Allí estamos todos reunidos: solidaridad, caridad y Cristo».

¿Cuál es la relación entre justicia y medio ambiente?
«La campaña que se hace en Caritas Internacional no es simplemente ecología, porque en nombre de la ecología se cae en el ecologismo, que es una ideología más, muchas veces pervertida en panteísmo que incluso se convierte en anticristianismo. En Caritas hablamos de  justicia con la creación, justicia con el ambiente. La cumbre de Copenhague fue un fracaso porque los grandes del mundo no se quieren comprometer en su responsabilidad con la creación. Por eso Caritas sostiene que no es sólo preocuparse por el ambiente, es Justicia con la creación. Dios nos puso en las manos la creación no para ser déspotas, ni para ser abusadores: puso la creación en nuestras manos como administradores. No podemos heredar un mundo depredado, debemos heredar una creación convenientemente administrada por la justicia».

¿Qué papel debemos jugar los católicos para que justicia y paz se besen?
«En primer lugar, darnos cuenta de que no se opone la caridad con la justicia. El Papa, en su primera encíclica, nos habla de esto. En los años setenta, cuando todas las ideologías miraban hacia el socialismo, decían: ‘No se debe dar por caridad lo que corresponde por justicia’- Estaban  equivocadas: la justicia y la caridad van unidas. Cuando hay justicia llega la paz; no se puede construir la paz en la injusticia, no se puede construir la paz en el odio».

Desde su experiencia, ¿los católicos tenemos conciencia de la dimensión social de la Iglesia?
«Creo que conciencia la hay, pero debe ser educada. La comunidad cristiana debe ser formada en lo que significa la dimensión social de la caridad. Es necesaria esta instrucción porque las ideologías imperantes en el mundo van en sentido contrario. El mismo Santo Padre nos ha hablado del individualismo, tendencia contraria al Plan de Dios, el cual es salvarnos en comunidad, en Pueblo de Dios. Por eso la Iglesia nos ha dado el compendio de la Doctrina Social dela Iglesia, no como un libro más, sino como una asignatura pendiente en todos los bautizados, que debemos interiorizar para poner en práctica».

¿Cómo responder a aquellos que califican las políticas de Caritas de asistencialistas, entendiendo por esta palabra el sentido más negativo del concepto?
«Los que hablan de asistencialismo jamás han dado ni un centésimo para servir al prójimo. Lo he podido comprobar, desprecian pero no colaboran. Una persona que sabe lo que es amar al prójimo y servirlo aun con una pequeña limosna, ese nunca hablará de asistencialismo. Que sigan hablando de asistencialismo los que nunca se asisten ni a sí mismos».

¿Qué papel juega el voluntariado dentro de Caritas?
«Es central. Caritas no podría existir sin el voluntariado, porque muchos entienden que Caritas es, simplemente, acudir a emergencias. Esa es una de las partes, pero la función principal de  Caritas es educar a cada cristiano en las dimensiones sociales del amor, mostrar que uno no puede encerrarse a vivir su cristianismo de una manera individualista. Todos los programas educativos son de prioridad y todas las Caritas tienen programas de formación y de educación para los cristianos. El ideal es que todas las parroquias puedan tener bien organizada su pastoral social, en la cual entra Caritas».

¿Qué características debe tener la Caritas del siglo XXI?
«Las mismas que tiene desde el principio, porque Caritas es amor. Si hay alguna característica debería ser que ahora amamos más que antes porque en las cosas del dinero quien tiene mucho dinero y da mucho dinero no se queda con nada. En las cosas del amor quien tiene mucho y da mucho cada día tiene más.
«El plan de Dios es que frente a la creación seamos administradores, frente a Dios seamos hijos y frente a al prójimo seamos hermanos. El mundo toma a Dios como un enemigo, al prójimo lo toma como adversario, a la creación la ve con sentido de explotación. Entonces eso tiene que cambiar; debemos ser más corresponsables, más solidarios y más llenos de amor».

En Aparecida se habló de un cambio de época. ¿Cómo encuentra usted a tres años de Aparecida el llamado a la misión permanente?
«Va caminando con distinta velocidad. He visto progresos en muchas diócesis y también indiferencia en otras. Hay algunos que aún no se han enterado de Aparecida. Quisiera que todos sintiésemos esa necesidad de vivirlo porque es un documento precioso; ahí vemos inspiración del Señor. Ya se hizo un lanzamiento oficial de la Misión Continental, que será un proceso. En algunos lugares va dando buenos frutos. Uno de ellos es la corresponsabilidad entre las diócesis. No podemos pensar que la diócesis es un potrero con cercas donde no se puede mover nadie. Las fronteras del amor no son barreras. Hay más conciencia en nuestro continente de ser corresponsables.
«El proyecto descansará básicamente en el celo pastoral de los obispos y de los sacerdotes porque el laicado esta dispuesto, pero necesitamos que los pastores estemos llenos del corazón de san Pablo: ‘Hay de mí si no evangelizo’».

Hay un tema importante: la conversión pastoral.
«Para mí es una de las cosas geniales de Aparecida, pone el dedo en la llaga. Después del Vaticano II tomamos algunas cosas y nos quedamos haciendo más de lo mismo. Resulta que el Espíritu Santo no trabaja así. El Espíritu lo primero que hace es desinstalarnos. Un sacerdote en una parroquia haciendo más de lo mismo termina haciendo nada porque este cambio de época nos está pidiendo cosas distintas. En Santiago de Chile hicieron una encuesta: en una escuela pidieron a los niños que hicieran un dibujo de la Iglesia. Los dibujos tenían un denominador común: todos los templos estaban cerrados, el cura nunca aparecía. Allí los niños nos dicen muchas cosas. Yo creo que no podemos seguir haciendo más de lo mismo.
« Aparecida enfatiza la catequesis. Allí encontramos una de las lagunas en la pastoral. En mis parroquias he preguntado: ¿Cómo esta la educación de la fe? Y exclaman:  ‘¿Qué es eso?’. Otros dicen: ‘No tenemos colegios católicos’.  Según la Iglesia, el párroco es el primer responsable de la educación en la fe de sus fieles y nos dice el directorio de la catequesis que debe ser la educación progresiva y sistemática de la fe. Esto no se cumple, la catequesis es episódica y pre sacramental. Muchas veces es tan elemental que uno encuentra catequistas muy buenas personas pero dando una preparación deficiente. Una de las líneas de la conversión pastoral es que el párroco debe sentirse el primer responsable de la formación de sus fieles. Todavía no hay conciencia de eso».

En muchos países la Iglesia se convirtió en clientelar.
«Todo el continente tiene esta problemática: estamos esperando que vengan a nosotros. Debemos llevar al Señor a sus ambientes. Aquí es donde encontramos uno de los grandes defectos de la pastoral: no hemos llegado a evangelizar a la política y a los políticos. Entonces, cuando algunos que se llaman buenos cristianos entran en la política, lo primero que olvidan es el Evangelio.
«Yo fundé una universidad católica que ahora tiene 14 mil alumnos. Con muchos esfuerzos hicimos una facultad de ciencias políticas y no se ha inscrito nadie, porque no se considera que para ser político se requiere formación; todos creen que simplemente se necesita saber todas las mañas.  La asignatura pendiente es formar auténticos políticos. No hay muchos políticos dispuestos a dar la vida por el Reino, pero hay bastantes que sucumben ante el dinero fácil. Cuando se trata de perpetuarse en el poder no importa si se quiere atropellar una constitución. Todavía estamos en pañales frente a la política del bien común».