El padre Fernando Pascual L.C., profesor de filosofía y de bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma), acaba de publicar un libro sobre bioética, titulado Valores, bioética y vida social. Un punto de encuentro (El Arca, México DF 2009). En esta entrevista concedida a Zenit-El Observador ofrece algunas ideas sobre el sentido de esta publicación así como de las principales materias que toca, convirtiendo este texto en un verdadero vademécum de los problemas y las reflexiones a las que se enfrenta la bioética en general y el pensamiento cristiano, en particular
¿Qué se propone con este nuevo volumen?
«Este libro quiere ser un ‘punto de encuentro’ y de diálogo en los debates sobre temas de bioética que continuamente se producen en los parlamentos, en los medios de comunicación social, en las universidades y en las familias».
Los debates sobre aborto, eutanasia, legalización de droga, sentido de la sexualidad humana, ¿no crean divisiones insuperables?
«Los temas que más afectan nuestra vida no pueden ser tratados sin pasión. Pero en cada debate se necesita poner en claro los principios que están en juego. Cuando discutimos sobre temas como el aborto o la eutanasia tocamos los fundamentos mismos de la sociedad. Un estado que permite el crimen de inocentes como algo legal se destruye a sí mismo».
Una afirmación como la que acaba de hacer, ¿no implica caer en una actitud intolerante? Como en su libro hace notar, existen muchos puntos de vista en bioética…
«Hay que entender bien que hay ciertos temas en los que nadie debería transigir. Por ejemplo, existe un consenso social muy amplio contra las posiciones racistas; por eso casi nadie consideraría la lucha contra el racismo como sinónimo de intolerancia. Algo parecido debería ocurrir respecto al aborto o a la fecundación artificial: condenarlas como prácticas injustas no significa ser intolerantes, sino defender principios fundamentales de la vida social».
Muchos dirán que ese es el punto de vista de la Iglesia católica o de otros grupos religiosos. Pero hoy vivimos en un mundo pluralista, y las religiones deberían limitarse al ámbito de lo privado, según nos dicen, ¿no es así?
«El pluralismo es legítimo en aquellos temas en los que las distintas alternativas no implican ningún daño a inocentes. Pero el pluralismo no debería ser permitido respecto de los derechos humanos fundamentales. La verdadera bioética no puede poner en discusión principios básicos de la vida social, como por ejemplo el que nos lleva a defender la vida de los más débiles e indefensos entre los seres humanos. Las religiones no pueden callar cuando hay grupos de presión que defienden leyes contra la vida o la salud de otros».
En esa línea, ¿qué pretende usted al publicar Valores, bioética y vida social?
«El subtítulo lo dice: busco ofrecer un ‘punto de encuentro’ a través de algunas reflexiones sobre importantes temas de la bioética, de forma que puedan ser afrontados de modo correcto en la vida pública. Una de las tareas más urgentes de la bioética consiste en promover una cultura de la vida (como explicaba Juan Pablo II y como sigue proponiendo Benedicto XVI), desde la cual será posible contrarrestar una ‘anticultura’ de la muerte».
¿Y desde qué valores se hace posible proponer la bioética en la vida social?
«Desde aquellos valores que garanticen el respeto a toda vida humana, desde su concepción hasta su muerte. Es una idea constante en la doctrina católica, pero es también uno de los principios básicos que está detrás de los derechos humanos. Decir que todos somos iguales ante la ley tiene sentido si el derecho básico de la vida está garantizado de modo efectivo para todos, sin discriminaciones».
¿Por lo tanto, habría que prohibir el aborto, la fecundación artificial y la eutanasia en todo el mundo?
«Efectivamente. Hay que hacer todo lo posible para vencer la mentalidad a favor del aborto y la eutanasia, y, sobre todo, para proponer una cultura de la solidaridad. Esta última idea brilla, con especial fuerza, en la encíclica que Benedicto XVI publicó este año 2009, Caritas in veritate, que toca con profundidad varios temas de bioética. Si trabajamos en serio por defender la dignidad de cualquier ser humano, será posible construir un mundo más incluyente y abierto a la vida de todos, especialmente de los seres humanos más débiles e indefensos: los hijos antes de nacer, los pobres, los enfermos y los ancianos».