Un fantasma recorre parte muy importante de Sudamérica: el fantasma de la represión a los medios de comunicación que difieren del “progreso” instaurado por los presidentes bolivarianos que encabeza —cómo no— el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, antiguo golpista y hoy convencido (aunque muy poco convincente) socialista del Tercer Milenio.
Varios incidentes soterrados y muchos incidentes abiertos a la luz pública confirman que el fantasma de la intolerancia a la libre expresión de las ideas ha tomado cuerpo. Y que está presente en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y, en Argentina.
El sábado pasado, Hugo Chávez anunciaba la clausura de 29 emisoras de radio y emitía nuevas sanciones en contra de Globovisión, la principal televisora de oposición, a la que Chávez ha dirigido sus baterías para acallarla o, en su defecto, para volverla adicta a un régimen que se sostiene en base a la amenaza y a los dólares del petróleo.
El acoso sistemático de Chávez a los medios que no difunden su dizque pensamiento (que no es más que una colección de lugares comunes, rebosantes de retórica y de maledicencia), ha motivado que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), nada sospechosa de hacerle el juego al imperialismo yanqui, haya denunciado el hecho de que Hugo Chávez y sus aliados se han embarcado en “una ofensiva de Estado contra la libertad de expresión”.
Tal ofensiva incluye todos los viejos elementos del fascismo (al que, en teoría, deberían oponerse estos regímenes): lenguaje agresivo, cancelación de licencias, amedrentamiento de periodistas, favoritismo a quienes hablan bien del gobierno, mil amenazas, “descubrimiento” de complots en los que, como en la Rusia soviética, hay quienes le “hacen el juego a las fuerzas del capitalismo”, etcétera. Es decir que nuestros nuevos adalides de la libertad de los pobres comienzan a imitar, peligrosamente, a las oligarquías que antaño denunciaban como las causantes de la miseria del pueblo.
Y para muestra basta la alergia a los medios no afines que siente el presidente de Bolivia, Evo Morales, quien no se tienta el corazón para mandar unidades de élite de la policía para golpear periodistas y confiscarles material fotográfico cuando —como fue el caso de dos reporteros también la semana pasada— tienen la osadía de cubrir acontecimientos en los que se muestran a agricultores en pie de protesta por la intervención del Estado en sus tierras.
Eso sí que es libertad.
Publicado en SIEMPRE! 13 septiembre 2009 No. 2935