Por un periodismo libre

El periodismo libre –no el oficial o el ideológico– tiene una doble función: reseñar lo que sucede en la realidad y hacerlo desde un interés absolutamente humano. Vale la pena detenerse en esto.

Primero que nada: ¿qué significa periodismo libre? Es aquel que nace con el afán exclusivo de introducir al lector en la realidad. Pero en la realidad real, no en la que “conviene” al periódico o al periodista. Desde el periodismo proselitista hasta el periodismo sensacionalista basan su existencia en una mentira: quieren meter al público en un solo cajón. En el cajón del pensamiento único.

Segundo y muy importante punto: el periodismo libre se alza en contra de la impunidad (cualquier forma en que la impunidad se presente). Las acciones tienen consecuencias. El mal político, el mal empresario, el mal sacerdote como el mal abogado, doctor o dirigente sindical, personas con responsabilidad pública, tienen frente a sí el testigo del periodismo que está de parte del hombre, que incomoda porque la única tarea suya es defender la verdad que corresponde a todos.

Sin embargo hay que subrayar que la verdad escrita necesita un lector nada superficial. No se digiere de prisa. Y ésa es la otra parte del encuentro feliz que es la genuina comunicación pública. Por un lado, el periodismo que no rehuye a la profundidad y, por el otro, el lector que se da el tiempo para ejercer su derecho soberano a comprender lo que sucede en su comunidad, en su país, en el mundo.

Ortega y Gasset decía que el primer paso para resolver un problema es reconocer la existencia del problema. Y el problema de la mala información es él también el de la floja lectura que a muchos de nuestros buenos ciudadanos aqueja.

Hay, entonces, que elegir lo que leemos, cómo leemos y con quién nos asociamos para que la verdad nos guíe. Y no el engaño.

Publicado en El Observador de la actualidad No. 1125