En tus manos

observadorComienza, para El Observador, un mes de reflexión: cumplimos veinte años de haber iniciado labores. Fue el 16 de julio de 1995 cuando salió nuestro primer ejemplar. Desde entonces, a lo largo 1042 semanas, no hemos dejado una sola de asistir a la cita con nuestros lectores.

¿Es que somos muy esforzados? Sí y no. Sí, porque este maravilloso equipo de trabajo responde a una vocación: ser católicos y periodistas; ser católicos y administradores, difusores, distribuidores, diseñadores… En una palabra, ser católicos y profesionales. No, porque sabemos pero que muy bien que sin la asistencia de Dios, sin la intersección de María, hubiéramos llegado al número 20…, y a otra cosa.

Cada día, como una devota costumbre que habría de arraigar en muchas empresas, rezamos el Ángelus frente al santísimo, al dar las 12. Se trata de algo más que un “break” de la jornada laboral (de 9 a 15 horas). Es la recarga de las pilas del alma, sedienta de absoluto; obligada a la humildad, generosa para piropear a la Virgen María por su fiat que motivó que el Verbo de Dios se hiciera carne y habitara entre nosotros.

Con este número va un subsidio para todo julio, dedicado a la alabanza de la Santísima Virgen del Carmelo. Un devocionario no es cosa de santurrones, sino de cristianos valientes; mujeres y hombres (no importa la edad) que deseen –en serio—comprometer su vida en el servicio al pobre, a la viuda, al huérfano, al encarcelado, al enfermo… Es un antídoto contra la crisis espiritual que padecen México y el mundo.   Una pastilla de esperanza cuando se oculta el sol tras la nube del desprecio a la dignidad humana.

Léanlo, medítenlo: hagámonos dignos del escapulario. Para hacernos dignos de la vida eterna.

Publicado en El Observador de la Actualidad

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