La semana pasada en la ciudad de Hamburgo (Alemania) tuvo lugar una marcha inusitada. Un conjunto de niñas y niños tomaron las calles portando pancartas en contra del uso del teléfono celular de sus padres.
Bajo el grito “Estamos aquí, gritamos alto, porque nuestros padres están mirando el celular” las pequeñas y los pequeños hicieron una parada pública para denunciar el desapego de los papás, arrobados, como lo están millones en el mundo, con su smartphone. Continuar leyendo
“Los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar, porque esta civilización seguirá adelante sólo si sabe respetar su sensatez y su sabiduría», expresó el Papa Francisco durante la catequesis de la audiencia general del 4 de marzo de 2015.
El profesor de filosofía del Boston College, Peter Kreeft, publicó un libro cuyo nombre es muy sugerente: How to win the Cultural War. A Christian Battle Plan for a Society in Crisis (Cómo Ganar la Guerra Cultural. Un Plan de Batalla Cristiano para una Sociedad en Crisis).[1]
Si yo le dijera a usted que a su niño menor de 12 años le diera un cigarro de marihuana o un vaso de alcohol para “quitárselo de encima”, seguramente me diría –y comprendo la razón— que o estoy loco o les estoy queriendo tomar el pelo.
El terrorismo ha desatado una fiebre mundial de horror al extraño, al diferente, lleve o no lleve burka, traiga o no traiga túnica. Es el extraño por sí mismo. Lejos de la esfera política —que es la verdadera llama del terrorismo, no la religiosa, como muchos quieren hacernos pensar— los terroristas de todo tipo lo que en verdad derrumban (aunque no sea directamente su objetivo) es la convivencia humana.
Facebook, la más popular de las redes sociales quiere contribuir a construir comunidades más seguras mediante herramientas para los usuarios e inteligencia artificial contra el suicidio de niños, adolescentes y jóvenes adultos.
Nadie, en sus cabales, puede decir ahora que el Papa Francisco está abriendo la puerta a otros modelos de familia que la familia natural. En su reciente viaje a Medio Oriente, fue clarísimo contra la colonización ideológica que están sufriendo las familias y más adelante, la guerra mundial que se ha emprendido contra el matrimonio.
El Papa acaba de decir una gran verdad en su homilía del pasado martes 13 en Santa Marta: que la familia –sobre todo durante la comida—vea menos tele (o no vea), esconda el celular y converse más.
Uno de los ángulos ignorados, tanto por organizadores y voceros de las recientes marchas en más de 110 ciudades del país como por sus detractores, tiene que ver con la precisión de los nombres. Los nombres sobre los cuales descansaron invitación y repulsa: “familia” y “matrimonio”.
Empecinados en debatir quién habló bien o mal de la muerte (y de la vida) de Juan Gabriel o si Trump no debió haber sido invitado por Peña Nieto, pasamos de largo, la semana anterior, la visita a nuestro país —concretamente a Querétaro— del Premio Nobel de Literatura Jean-Marie Gustave Le Clèzio.