Para Valentina
En una de las charlas que el padre Chevrot dio en Radio Luxemburgo –luego editadas por Herder bajo el título de Las pequeñas virtudes domésticas— habla de la Navidad como “la fiesta de la esperanza”. Yo creo firmemente en esto. No solo la esperanza de que vengan “tiempos mejores” para la familia, para el país, para el mundo, sino también la esperanza de encontrar un sentido a nuestra vida, independientemente de los años que nos haya concedido Dios. Continuar leyendo
Los seres humanos tenemos una predisposición, muy desarrollada, a simplificar. De la misma forma en que estudiamos la Historia –con mayúscula–, analizamos la Actualidad –también con mayúscula–: mediante un depurado proceso de simplificación.
Los cristianos tenemos un arma especial para combatir la angustia que nos provoca –como dice Francisco Septién Urquiza—andar buscando en el lugar equivocado: la esperanza. El poeta francés Charles Péguy decía que Dios mismo podía entender la fe y la caridad, pero la esperanza era algo rarísimo entre los hombres.
El pasado 5 de junio pudimos ser testigos de lo que los científicos llaman «la danza elegante de los planetas del sistema solar». Venus, similar en tamaño a la Tierra, se alineó con esta y el Sol, de tal suerte que pudimos contemplar un mínimo eclipse por 6 horas: el paso de un extremo a otro de Venus por la superficie del astro rey. Será ésta la última vez que lo hagamos. El siguiente evento sucederá en 2117: dentro de 105 años. 
El país se encuentra envuelto en una nube de tinieblas. No es un secreto. La reciente encuesta de percepción de inseguridad del INEGI demuestra que el fantasma del miedo recorre el cuerpo y el alma de ocho de cada diez mexicanos que temen ser secuestrados, robados, vejados, mutilados, ser víctimas de actos de terrorismo… 
