En su célebre texto Visión de los vencidos, don Miguel León-Portilla nos hizo llegar las palabras, el aliento de quienes en agosto de 1521 vieron caer la ciudad de Tenochtitlan. Y con ella, la cultura dominante en el centro de lo que ahora es México.
Se trata de una visión traumática, desgarradora. Lo que había sido esplendor era ruina. Y lo que causaba orgullo, era fuente de infinita tristeza. Continuar leyendo
Cuando Jesús dijo que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos nos estaba previniendo contra todo acto discriminatorio; contra toda violación a la dignidad de cada hombre como hijo de Dios.
Muchas investigaciones se han producido en torno al tema de la discriminación por el tipo de piel. Estados Unidos es el gran laboratorio. Y los medios estadounidenses, especialmente el cine y la televisión, han difundido en todo el planeta una “diferencia” que se refleja, cómo no, en la vida cotidiana (de esa nación y de muchos otros lugares del mundo, consumidores de sus productos de comunicación).
México ha crecido con muchos mitos. La mayor parte de ellos inventados desde el poder y avalados por la publicidad. Uno es que somos “sumamente solidarios”. Otro que “adoramos a nuestras mamás”. Y uno más que tenemos “gran respeto por los ancianos”.
“El viernes 4 de octubre de 2013, Susana Hernández, de 26 años, ingresó al Hospital de la Mujer en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con trabajo de parto, tras 39 semanas de embarazo. El médico del centro de salud que la había atendido hasta entonces, la mandó al hospital tras verificar que el bebé venía en mala posición. Dos días después, Susana fue entregada muerta a sus familiares. A esta joven indígena tzotzil se le había practicado una cesárea de emergencia, tras casi 36 horas sin ser atendida, además de una salpingoclasia y la extracción de la vesícula sin su consentimiento y sin que la familia fuera notificada.
La persecución contra los cristianos en el mundo es una carnicería que los medios de comunicación han procurado olvidar, cuando no burlarse de ella. Estarían en su «derecho» de no atenderla, pero sucede que se trata de la muerte de entre cien mil y ciento treinta mil personas cada año. Una muerte por la fe en Cristo cada cinco minutos no es cosa de risa. Es una horrorosa matanza perpetrada en la impunidad de quienes odian al Amor.
Esta semana, al igual que la anterior, he tenido que caminar por las calles de Querétaro. Un percance en mi coche me obligó andar a pie. Y me he encontrado con un panorama aterrador: Querétaro parece una ciudad bombardeada sin misericordia por docenas de regimientos de infantería.