Carmen Aristegui es una de las periodistas más conocidas y con mayor credibilidad de México. Las encuestas realizadas sobre este particular, por empresas independientes a los grandes corporativos de televisión y radio en el país, así lo indican.
Que MVS Radio anunciara mediante un comunicado de prensa, difundido en medio de un “puente largo”, que daba por terminada “la relación de trabajo” Continuar leyendo
Al conceder el amparo interpuesto por la organización privada “Mexicanos Primero” sobre un desvío de los recursos públicos por funcionarios corruptos, recursos etiquetados para educación y que no llegaron a concretarse en acciones para las que iban encaminados, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha dado un paso esencial en la batalla contra este mal endémico que asola a México.
Para los mexicanos, todas las explicaciones que den las autoridades sobre el caso de los normalistas asesinados en Iguala van a ser nulas. La razón es muy sencilla: desde 2006 las “desapariciones forzadas” no existen en el país. Por lo que se quiera: la guerra de Calderón en contra del narco que sacó a los militares de sus cuarteles y los puso en la calle; la estrategia de atacar por células al crimen organizado de Peña Nieto; la evidente infiltración del narco en la política y en las policías locales… Lo cierto es que el nivel de impunidad con que se manejan los cuerpos del orden en el territorio nacional hace que toda explicación, incluso de buena voluntad, sea una piedra que se lanza al abismo.
El pasado mes de septiembre, al participar en el evento “Los 300 líderes más influyentes de México”, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que para combatir la corrupción se debe partir de reconocer que “es un asunto de orden cultural”; y llamó a construir “una nueva cultura ética” en la sociedad mexicana.
Desde hace años nuestra subcultura de la corrupción ha ido creciendo hasta hacerse una práctica en los ciudadanos, sobre todo con respecto a sus autoridades. El soborno, la mordida, el embute son como lacras pegadas a la piel de nuestra vida cotidiana.
Tamaulipas se ha convertido en uno de los peores lugares para vivir en México. De ser una entidad normal, más o menos próspera y tranquila, pasó, en menos de quince años, a ser un infierno. Tres factores se han conjugado para que Tamaulipas haya llegado a donde se encuentra, al fondo del abismo. Estos factores son la corrupción y la ineficiencia gubernamental, la lucha de los carteles de la droga por controlar la plaza y, también, la incapacidad de articular un movimiento ciudadano que ponga freno a los delincuentes.
No me enlisto en las filas de los que creen que lo que le pasa a la selección mexicana es reflejo de lo que le pasa a la sociedad mexicana. En todo caso, la situación lamentable del representativo nacional es solamente un reflejo doble: de la venalidad de nuestros gobiernos (todos los colores incluidos) y de la corrupción de nuestras televisoras.
Por alguna razón que la razón no entiende (menos el corazón) en este año 2013 México se ha convertido en el campeón mundial de la pornografía infantil en Internet. Es el primer lugar del mundo. Y eso duele.
Un día cualquiera, por ejemplo, el pasado martes 13 de noviembre:
Hace una semana fuimos víctimas —una vez más— del robo de un vehículo donado al Banco de Alimentos de Querétaro. Me llamó el lunes, temprano, la directora operativa del Banco. Me preguntó qué debía hacer. Sin vacilar le contesté: “Levanta la denuncia”. Luego dudé: ¿para qué? La conclusión muy mexicana fue “no va a pasar nada; vamos a perder el tiempo en el MP, lo único que queda es cobrar el seguro…” Sin embargo, no se lo dije. Colgué el teléfono pensando “pobre, ya perdió todo el día de trabajo; y los que le faltan…”