Uno de cada tres latinoamericanos pagó sobornos por servicios públicos básicos durante 2016. Uno de cada dos mexicanos lo hizo en ese mismo período. Conclusión: los mexicanos somos los que más mordidas pagamos en la región de América Latina y el Caribe.
El informe proviene de Transparencia Internacional (TI). Y si bien da una visión negativa de quienes conformamos la reserva mundial del catolicismo, es peor aún para México: 51 por ciento de los mexicanos encuestados por TI (del 27 de mayo al 8 de junio de 2016) aseguró haber pagado un soborno. ¿Así respondemos a la gracia de que Guadalupe se quedó a vivir entre nosotros? Continuar leyendo
En alguna ocasión el Papa Francisco pronunció esta frase extraordinaria, que toca el verdadero drama que viven países como México y Colombia (que visita en estos días): “El corrupto es el que se indigna porque le roban la cartera y se lamenta por la poca seguridad que hay en las calles, pero después engaña al Estado evadiendo impuestos y quizá hasta despide a sus empleados cada tres meses, para evitar hacerles un contrato indefinido; o bien se aprovecha del trabajo en negro y después presume incluso con los amigos de estas astucias suyas”.
En su libro En Busca de lo Real Perdido (Amorrortu, 2015) el filósofo, matemático y novelista francés Alain Badiou escribe lo siguiente: “Un síntoma interesante de nuestra sociedad es que el escándalo es en general un escándalo de corrupción. Resulta bastante curioso que la corrupción genere escándalo, ya que podríamos sostener que la sociedad está corrompida desde la A hasta la Z”.
Haciendo un juego de palabras con el famoso texto sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, Felicidad de México, del padre Luis Becerra Tanco, publicado en 1675, el director de Letras Libres, Enrique Krauze, ha publicado en este número de mayo un extenso ensayo llamado “Desaliento de México”.
El viejo refrán sigue siendo válido: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Es decir, hazlas blandas para que el cuchillo no te raspe… Puede ser una estrategia de elusión. Pero también puede significar un cambio.
La pasada ceremonia del Grito de Independencia trajo un inusitado fervor comunicativo —a través de redes sociales— de los asistentes a las plazas públicas donde se llevaron a cabo en estados y municipios, en delegaciones y jurisdicciones políticas del país.
Recupero el célebre título de la fábula de Rafael Bernal para hablar de otra selva que “suda muerte”: la de Veracruz o el Distrito Federal, o el Estado de México, o el país al completo… en contra de los reporteros, fotoperiodistas, investigadores de la realidad, testigos de la corrupción, activistas pro derechos humanos…
El reciente estudio de María Amparo Casar, “México: Anatomía de la Corrupción” demuestra que, a 15 años de la alternancia política (2 de julio de 2000), los mexicanos presentamos un grave nivel de insatisfacción con la democracia, los partidos políticos y las autoridades de los tres poderes.
Hace tiempo que debieron existir. Pero nunca es tarde para que el ciudadano levante el brazo, se desgaste, participe en los asuntos de su comunidad. Nunca es tarde. Siempre será necesario.
“Me imagino que venimos de algún sitio y nos dirigimos a otro lugar; pero no puede ocultársenos que nos resulta imposible adquirir una visión de conjunto de la situación en que nos encontramos: estamos como en un bosque. Nos hemos perdido, y ese sentimiento es hoy el estado normal. Empezamos a buscar un claro”.