En un hermoso ensayo de principios de los sesenta del siglo pasado, El Trabajo Intelectual, Jean Guitton nos regalaba esta frase que parecería escrita para este proceso electoral 2018: “Nuestra civilización, súper saturada de conocimientos y de medios para adquirirlos, ofrece tantas imágenes engañosas y falsos apoyos que el hombre no sabe lo que sabe y lo que ignora”.
Escrito antes de la era de Internet y de las “fake news”, el ensayo de Guitton enlaza, perfectamente, con otro magistral trabajo, este de Raffaele Simone (La Tercera Fase: formas de saber que estamos perdiendo) donde el autor adelante la revolución de los “millenials” y el poder que están adquiriendo, que van a adquirir, por ejemplo el próximo 1 de julio. Continuar leyendo
Para nadie es un secreto que AMLO se apropió del lenguaje católico para hacer esta última campaña que lo llevó a la presidencia. Desde el acrónimo «Morena» (de Movimiento de Regeneración Nacional), fuertemente ligado a la Virgen de Guadalupe, hasta la frase «en mi gobierno, primero los pobres», pronunciada la noche del 1 de julio en el Zócalo, que remite al deseo del Papa Francisco: «¡Ah, cómo quisiera una iglesia pobre y para los pobres!».
En una homilía de la Misa diaria que celebra en la Capilla de la Casa Santa Marta, en El Vaticano, el Papa Francisco alertó sobre la seducción del escándalo y del poder de la comunicación calumniosa. El Pontífice argentino comparó la comunicación calumniosa con la persecución de los judíos en el siglo pasado, “un horror que sucede también hoy”.
Acabó el jaloneo electoral. Viene el tiempo de construir un país con el ingrediente que hasta ayer no había tenido: unión. Se dice rápido… La sed de venganza de los perdedores en las elecciones debe ser conducida hacia el trabajo en conjunto. Una grandeza se mide más que por la euforia de la victoria, por la aceptación humilde y solidaria de la derrota. Es el primer escalón de la democracia. Y de la libertad.
La polarización en México no solamente es entre partidos; es la horrible distancia entre quienes se creen “buenos” y “puros” contra sus enemigos, los “malos” y los “impuros”.
El 19 de junio de 1921, a la una y veinte minutos de la madrugada, cuatro días después de cumplir 33 años, Ramón López Velarde, el católico poeta de la “Suave Patria” (su último poema) muere asfixiado por la neumonía y la pleuresía. Había recibido los santos óleos del jesuita Pascual Díaz, luego arzobispo de México.
Maité, mi esposa, suele caracterizar lo que sucede en América Latina con el Mito de Sísifo. Sísifo fue condenado por los dioses griegos a llevar una piedra hasta la cima de un monte, tan solo para verla rodar de nuevo.
El martes 29 de mayo, por la mañana, murió un ser humano excepcional, al que El Observador y mi familia le deben demasiado: el arzobispo emérito de San Luis Potosí, don Arturo Szymanski. Apenas el día anterior Maité y yo le pedimos, por teléfono, su bendición. Nos la dio. Y remató, como siempre: “Saludos a la tropa; cuídenla mucho”.
Cada junio, desde hace varios años, El Observador dedica sus páginas a recordar la devoción y la consagración al Sagrado Corazón de Jesús. En México, su consagración cumple 104 años. Nunca tan pertinente resulta demostrar que somos sus hijos devotos, ya que nuestra Patria –en vilo por las apuestas del poder—puede ser salvada si, de verdad, lo adoramos, lo llevamos a la urna… y más allá.
Hace poco partiste a la Casa del Padre. Habías prolongado tu misión para enseñar a los que te rodearon, de cerca o de lejos, el ignorado asombro de estar vivos. La tuya fue ese tipo de lección, nacida del dolor, que crece si los otros son capaces de mirar lejos, más allá de la carne que se extingue.