Hubo estas semanas una corriente de opinión insistiendo en que nos abstuviéramos de ir a votar. Ojalá no haya hecho mella en usted. Hay que matar al pesimismo y hay que mostrarle a los que ven muerta a la Patria de qué estamos hechos los mexicanos de bien. Y que somos la mayoría.
¿Por qué votar si “todos los políticos son iguales”?, se preguntará usted, y con toda razón. Por eso, justamente: para que ya no todos los políticos sean iguales. Un viejo proverbio chino dice Continuar leyendo
La figura del beato Óscar Arnulfo Romero comienza a expandirse en toda la región latinoamericana y del Caribe. Por lo pronto, al finalizar el viernes 29 de mayo pasado la reunión del Consejo Directivo de la Asociación Católica Mundial para las Comunicaciones Sociales (SIGNIS), en Puerto España (Trinidad y Tobago), se decidió nombrar a monseñor Óscar Arnulfo Romero como su patrono.
Acabo de terminar de leer —de un tirón, como suele decirse— la nueva novela del semiólogo italiano Umberto Eco (Alessandria, 1932). Todos los que hemos trabajado en medios impresos reconocemos el nombre: Número Cero (Lumen, México, 2015), es el número del periódico, de la revista, que no va a salir al público pero que servirá, en el mejor de los casos, para dos temas: para convencer a los anunciantes y a los patrocinadores de la maravilla que traemos entre manos y para conformar un equipo mínimo, a sabiendas que con el trajín de los días —cuando ya sea real y haya salido el número uno— nos vamos a ver prontamente rebasados.
Este es el segundo año consecutivo en que El Observador incluye en su circulación y entrega semanal, un ejemplar del Devocionario al Sagrado Corazón de Jesús para rezarlo durante todo el mes de junio; mes que la Iglesia dedica a esta maravillosa devoción tan presente en el pueblo fiel de México.
Yo no conozco un poema más grande a México que Suave Patria de Ramón López Velarde (Jerez, 15 de junio de 1888 – México D.F., 19 de junio de 1921). En una de sus últimas estrofas, el bardo zacatecano, católico y moderno, dejó escrita la esperanza de una nación que hoy se nos anda cayendo de las manos:
Ha sido una temporada de tornados particularmente violenta en Texas, Oklahoma y ahora, como una rara experiencia, en centros urbanos del norte de México que no habían sido tocados jamás por este tipo de fenómenos de la naturaleza.
La superficie del país, sobre todo en los estados en los que se renueva la gubernatura, está tapizada de varones y damitas que ríen con la mazorca completa, con sonrisas a medias, con gesto popular de cariñoso futuro. Candidatos y candidatas —más ellos que ellas, hay que decirlo todo— contemplan el pasar de los coches y de los transeúntes con una alborozada simpatía, con una especie de encanto y sencillez. Como diciendo: si la Patria se hubiera fijado antes en mí, otro gallo (o gallina) hubiera cantado (o cacaraqueado); pero, hermanos míos, hermanas mías, todavía están a tiempo: el 7 de junio se pueden poner a mano y enmendar su error…
En México, cuando toda posibilidad de horror parecía haber sido rebasada por las bandas del crimen organizado, surge el asesinato del pequeño Christopher Raymundo Márquez Alvarado, de 6 años de edad.
Es difícil saber cuál de las campañas políticas que nos asedian de una manera atroz es la más mala de todas: si la del abuelito que operan y la nietecita que va a verlo sin tener que dejar los estudios, o si la que dice lero, lero, por lo que le dolió a los del establo de enfrente el haberle dicho sus verdades.