El periodismo libre –no el oficial o el ideológico– tiene una doble función: reseñar lo que sucede en la realidad y hacerlo desde un interés absolutamente humano. Vale la pena detenerse en esto.
Primero que nada: ¿qué significa periodismo libre? Es aquel que nace con el afán exclusivo de introducir al lector en la realidad. Pero en la realidad real, no en la que «conviene» al periódico o al periodista. Desde el periodismo proselitista hasta el periodismo sensacionalista basan su existencia en una mentira: quieren meter al público en un solo cajón. En el cajón del pensamiento único. Continuar leyendo
El anuncio que ha hecho Facebook sobre el “Proyecto Facebook para Periodismo”, es una muestra inequívoca que la mayor de las redes sociales del mundo se sabe, se siente usada por los provocadores del caos mediante la dispersión generalizada de noticias falsas.
Por Francisco Septién Urquiza | Antes de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) la relación comercial entre México y Estados Unidos de América (EUA) era una fracción de lo que es actualmente.
Que un ciudadano tan limitado como el nuevo presidente de Estados Unidos tenga en vilo a México es señal de un desastre moral que no se construyó antier, sino que viene de hace un siglo, cuando en la Constitución se instituyó el dogma laicista: “Dios, si existe, no importa”.
La toma de protesta de Donald J. Trump como presidente número 45 de Estados Unidos, ha llenado de zozobra a muchos mexicanos. En este número de El Observador no queremos –ni podemos– avalar este ambiente de pesimismo que se ha apoderado de nuestra Patria. ¿Hay vida después de Trump? Sí, la hay, en la medida que dejemos de culpar a los otros de nuestras desgracias.
En el espléndido texto “Nuestra necesidad de consuelo es insaciable…” (Pepitas de Calabaza Editores, Logroño, 2007), el anarquista y “niño prodigio” de las letras suecas Stig Dagerman (1923-1954) apunta un tema fundamental para entender parte de la crisis por la que atraviesa hoy nuestro país.
Más que un decálogo abstracto (eso se lo dejamos a los políticos), lo que nuestro país reclama de todos los católicos –y de personas de buena voluntad– son acciones concretas; acciones que transformen nuestro metro cuadrado de influencia y que, al sumarse, hagan el cambio. Esta lista es, desde luego, mejorable. Pero es la que se me ocurre:
La crisis que vivimos en esta cuesta de enero no es de antier. Viene de muchos años atrás. ¿Cuántos? Desde que la Revolución se bajó del caballo y se volvió institucional. Antes eran las balas las que arreglaban las cuentas. A partir de la década de los cuarenta del siglo pasado, son los planes, los mitos, las mentiras convertidas en verdades y las verdades convertidas en secretos.
El debate sobre la circulación masiva de noticias falsas en redes sociales ganó fuerza este año con la elección presidencial estadounidense. La contienda entre Trump y Clinton vino antecedida por cientos de rumores falsos que circularon como verdaderos en redes sociales, especialmente en Facebook.
Percibo –como usted—un ambiente muy pesado en México. Ocasión no falta. Nuestro gobierno da la oportunidad semanal de hacernos sentir inquietos. Arriba del Río Bravo, las nubes parecen negras. Y la violencia no cede.