En una homilía de la Misa diaria que celebra en la Capilla de la Casa Santa Marta, en El Vaticano, el Papa Francisco alertó sobre la seducción del escándalo y del poder de la comunicación calumniosa. El Pontífice argentino comparó la comunicación calumniosa con la persecución de los judíos en el siglo pasado, “un horror que sucede también hoy”.
Las campañas políticas que culminan hoy con la elección de presidente de la República y 3,415 cargos más le dan la razón al Papa. Con tanta mentira acumulada —por todos los bandos— el ciudadano está aturdido, desorientado, con ganas de venganza. Las dictaduras, de derecha o izquierda, se nutren de este caldo amargo. Continuar leyendo
Acabó el jaloneo electoral. Viene el tiempo de construir un país con el ingrediente que hasta ayer no había tenido: unión. Se dice rápido… La sed de venganza de los perdedores en las elecciones debe ser conducida hacia el trabajo en conjunto. Una grandeza se mide más que por la euforia de la victoria, por la aceptación humilde y solidaria de la derrota. Es el primer escalón de la democracia. Y de la libertad.
La polarización en México no solamente es entre partidos; es la horrible distancia entre quienes se creen “buenos” y “puros” contra sus enemigos, los “malos” y los “impuros”.
El 19 de junio de 1921, a la una y veinte minutos de la madrugada, cuatro días después de cumplir 33 años, Ramón López Velarde, el católico poeta de la “Suave Patria” (su último poema) muere asfixiado por la neumonía y la pleuresía. Había recibido los santos óleos del jesuita Pascual Díaz, luego arzobispo de México.
Maité, mi esposa, suele caracterizar lo que sucede en América Latina con el Mito de Sísifo. Sísifo fue condenado por los dioses griegos a llevar una piedra hasta la cima de un monte, tan solo para verla rodar de nuevo.
El martes 29 de mayo, por la mañana, murió un ser humano excepcional, al que El Observador y mi familia le deben demasiado: el arzobispo emérito de San Luis Potosí, don Arturo Szymanski. Apenas el día anterior Maité y yo le pedimos, por teléfono, su bendición. Nos la dio. Y remató, como siempre: “Saludos a la tropa; cuídenla mucho”.
Cada junio, desde hace varios años, El Observador dedica sus páginas a recordar la devoción y la consagración al Sagrado Corazón de Jesús. En México, su consagración cumple 104 años. Nunca tan pertinente resulta demostrar que somos sus hijos devotos, ya que nuestra Patria –en vilo por las apuestas del poder—puede ser salvada si, de verdad, lo adoramos, lo llevamos a la urna… y más allá.
Hace poco partiste a la Casa del Padre. Habías prolongado tu misión para enseñar a los que te rodearon, de cerca o de lejos, el ignorado asombro de estar vivos. La tuya fue ese tipo de lección, nacida del dolor, que crece si los otros son capaces de mirar lejos, más allá de la carne que se extingue.
“A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”, dijo en alguna ocasión el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Y creo que tiene razón.
En una de las jornadas de Pastoral Social en Buenos Aires, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, dio a los participantes las claves para pensar y construir un país mejor para todos. Es lo mismo que estamos tratando de hacer en El Observador en este número dedicado a desmenuzar la herramienta máxima de la Iglesia para enriquecer a la sociedad: su Doctrina Social.