Ya había escrito sobre este maravilloso texto del cardenal vietnamita Francisco-Xavier Nguyen Van Thuan, hoy camino a los altares. No importa: lo vuelvo a hacer, pues he releído este inolvidable testimonio de sus 13 años en la cárcel del comunismo en su país. Ya va en la décima edición (Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, 2007; 30 pesos) y se han tirado de él, en nuestro país, 115 mil ejemplares: ¡un auténtico best-seller!
Y lo hago con la mirada fija en los jóvenes, que fue para quienes el cardenal Van Thuan escribió este texto. Ellos —como nosotros, los adultos de la edad de la televisión— andan buscando testimonios, valores a los que aferrarse, historias en las cuales creer que hay esperanza, que el futuro no es la Tercera Guerra Mundial, como predicen «los analistas», tras el fracaso del sistema financiero internacional, sino una esperanza grande en la que el corazón humano pueda sentirse colmado en sus anhelos. Cinco panes y dos peces es una grandiosa puerta de entrada a ese mundo que los católicos estamos obligados a construir.
Primero que nada, por el valor y el coraje de monseñor Van Thuan: 13 años incomunicado, en mazmorras inmundas, celebrando la Eucaristía con tres gotitas de una botella de vino que le hicieron llegar sus feligreses, al principio de su cautiverio, diciéndole a los guardias que era medicina para el estómago del entonces arzobispo coadjutor de Saigón (fue arrestado el 15 de agosto de 1975 y liberado el 21 de noviembre de 1988), y nunca desfalleció en su fe. Segundo: su magnanimidad al perdonarlo todo en nombre de Jesús. Tercero: su mensaje a los jóvenes: ni en la cárcel, ni en el campo de concentración, ni en el destierro, si se tiene a Jesús, se está solo.
Resumo sus 24 pasos para el camino hacia la esperanza en uno: elegir siempre, por encima de todo, frente a todo, a Jesús. Es el único amigo que no falla; es el único deseo que se colma; es el único horizonte donde puede descansar la mirada atribulada del hombre; es el único «lugar» en el que se puede ser justo, se debe ser santo y se puede construir el reino de Dios en la tierra.