El nuevo referente de la filosofía europea, el coreano Byung-Chul Han ha escrito un libro esencial sobre el tema que domina el discurso público en todos lados: el tema de la transparencia.
El texto, pequeño y denso, “La sociedad de la transparencia”, fue editado por Herder en 2013, tras la publicación previa de “La sociedad del cansancio”.Han se ha comprometido a ir revisando, punto por punto, las causas que suscitan el pasmo actual. Sin moralismos, siguiendo a Baudrillard, entre otros, este coreano que escribe en alemán y que se recibió en Friburgo con una tesis sobre Heidegger es, quizás, el filósofo más serio de la actualidad europea.
Denso. No existe una frase suelta. Con estilo de telégrafo, Han apuesta a la compresión narrativa para significar la ausencia de narratividad en la sociedad transparente. Una sociedad en la que todo es positivo, es decir, todo se ve sin necesidad de que la mirada sea devuelta. Dividida en nueve pequeños capítulos, la obra de Han estudia la sociedad positiva, la de la exposición, la de la evidencia; la sociedad porno, la de la aceleración, la íntima, la de la información, la de la revelación y, finalmente, la del control.
La tesis de la que parte no es sencilla —sobre todo porque nosotros tenemos a la transparencia como uno de los logros más grandes de la democracia— puesto que implica pensar a fondo lo que estamos haciendo: nos estamos desnudando por completo ante un poder que no tiene rostro, pero que navega en la sociedad digital: nos estamos desnudando ante nosotros mismos.
El narcisismo y el control van de la mano de la transparencia. También la ausencia de rituales de paso, de narraciones, de conceptos. El exceso informativo solamente habla de eso: de una gordura opulenta que es pura grasa. Puro lenguaje desnudo. “La desnudez de la palabra, dice Han, le quita todo encanto; la allana”. La sociedad transparente vive desnuda de palabras, o, más bien, de palabras desnudas, sin significado ni valor.
La profundidad es la profundidad de la apariencia: Sin máscaras, el espíritu profundo se anega. La sociedad pornográfico-capitalista lo expresa todo “como mercancía y lo entrega a la hipervisibilidad”. Obviamente, Han llega a la conclusión de que esta sociedad, la sociedad porno, es una sociedad “del espectáculo” en la que la comunicación no comunica: es mercancía que se vende y se compra. Mercancía visible, transparente, sin adiposidades: como el cuerpo porno.
El texto “La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han se enmarca en un movimiento filosófico que hunde sus raíces en Heidegger y las nuevas teorías de la sociedad postmoderna en la que existe lo que el filósofo coreano avecindado en Alemania llama “la coacción de la transparencia”.
En un espacio donde todo necesita ser transparente se destruye “el aroma de las cosas, el aroma del tiempo”, justamente porque la transparencia es inodora. La comunicación —en el seno de esta sociedad— también es inodora. Las redes sociales o las redes de información como Google, no son, como se suelen llamar así mismas, redes de comunicación: son redes de control.
Un control todavía más perverso porque todo el mundo les da el estatus de libertad. Pero es control porque “la transparencia carece de trascendencia” y no hay libertad sino existe un “más allá”. El texto de Han subraya con toda insistencia que el mundo virtual creado por las redes sociales es un mundo intrascendente. No porque así lo quiera el usuario, sino porque le falta la presencia de lo real y la resistencia de lo otro, del otro.
Un tema fundamental en el libro que venimos analizando, es la desconfianza. Somos tan transparentes porque desconfiamos del otro, porque queremos saber todo de él (incluso de nosotros mismos) y no dejamos espacios para la narración de lo que se oculta, el misterio del otro, su capacidad de ocultar, de no saber de él. “Confianza —escribe Han— significa: a pesar del no saber en relación con el otro, construir una relación positiva con él”.
La sociedad de la transparencia es, pues, la sociedad de la desconfianza. Nunca tan comunicados como ahora, nunca tan desconfiados del otro. Y la coacción de la transparencia invita a pedirle al otro su desnudez extrema. Aunque sea virtual. Y, por tanto, mentirosa. Jugamos a la desnudez pero, en el fondo, lo que hacemos es una estrategia de control. “La confianza hace posible acciones a pesar de la falta de saber”.
Y, finalmente, la sociedad de la transparencia es la sociedad de los átomos. Aunque parezca que estamos en grupo, somos islas sin archipiélago, buscando controlar a otras islas y otros archipiélagos. En un párrafo estremecedor, Byung-Chul Han da en el calvo de lo que nos pasa, diciendo que “en la sociedad de la transparencia no se forma ninguna comunidad en sentido enfático”, solamente hay “acumulaciones o pluralidades causales”.
Más solos que nunca, buscando controlar y dejándonos desnudar por el panóptico digital, los seres humanos, hoy, somos víctimas y actores a la vez.
Publicado en Revista Siempre!