En una de las jornadas de Pastoral Social en Buenos Aires, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, dio a los participantes las claves para pensar y construir un país mejor para todos. Es lo mismo que estamos tratando de hacer en El Observador en este número dedicado a desmenuzar la herramienta máxima de la Iglesia para enriquecer a la sociedad: su Doctrina Social.
- La complejidad del momento que vivimos nos exige ser creativos. Bergoglio la llamaba “creatividad histórica”
- Esta creatividad, en clave cristiana, se rige por la parábola del trigo y la cizaña. La labor nuestra consiste en sembrar, pero ni a tontas ni a locas.
- Para salvar al país, entonces, es necesario sembrar utopías (la esperanza de un mundo mejor), haciéndose cargo de lo que ya existe, de “lo que hay”
- No existe “el borrón y cuenta nueva”. Ser creativos no significa “tirar por la borda” todo lo que constituye la realidad actual por más limitada o corrupta que sea
- No hay futuro sin presente, ni sin pasado. La creatividad implica memoria y discernimiento; ecuanimidad y justicia; prudencia y fortaleza
- Para aportarle algo creativo a la Patria hay que conjugar en un justo medio de ambos polos: el “utópico” y el “realista”. Haya que conocer quiénes somos, de dónde venimos, a dónde queremos llegar y qué debemos hacer para llegar ahí
- “Debemos animarnos a lo nuevo, termina diciendo Bergoglio, pero sin tirar a la basura lo que otros (o incluso nosotros mismos) han construido con esfuerzo
Salvar al país es evadir el sueño irrealizable (la mentira vulgar) y el brutal pragmatismo (supeditarlo todo a lo inmediato). Como católicos, tenemos ese enorme compromiso: “trabajar por el bien de todo el hombre y de todos los hombres”.