Aunque en su primera experiencia europea, el pasado 11 de junio, la corredora rarámuri Lorena Ramírez Hernández tuviera que abandonar en el kilómetro 55 la carrera de montaña más alta de España (la Bluetrail de Tenerife con un tramo total de 97 kilómetros) al quejarse de un fuerte dolor en la rodilla, nada quita que a sus 22 años de edad, se haya convertido ya en un ícono de la belleza y la fortaleza de las mujeres indígenas mexicanas.
Un ícono que se forjó tras haber ganado –sin apoyo tecnológico, sin entrenador, masajista, traje especial, dieta, sin gorra, vamos corriendo en sandalias y falda, con una botella de agua y un paliacate por todo equipamiento—la carrera Ultratrail Cielo Rojo en Puebla el 29 de abril. Fueron 50 kilómetros que la catapultaron a las primeras planas…, de periódicos extranjeros.
En aquella ocasión en Tlatlaquiltepec, Puebla, Lorena se impuso a 500 atletas de 12 países, mujeres bien entrenadas, con trajes especiales y zapatos para sortear la montaña. Las sandalias de Lorena han dado la vuelta al mundo. Tanto que en Tenerife era la principal atracción del ultra maratón. Desafortunadamente, un dolor de rodilla se impuso a su ritmo. Pero no a su valentía.
Nunca fue a la escuela. No habla como los “chabochis”, es decir como los mestizos de la Tarahumara, educados por los jesuitas, la única orden religiosa que se ha aventurado en estos terrenos agrestes, ahora tristemente dominados por el narcotráfico. Habla la lengua de sus ancestros. Vive en Rejogochi, Chihuahua. Su hermano Mario, quien también corre, es su traductor, su entrenador, su compañero de andanzas por los altos picos y los yermos de la sierra de los rarámuris, es decir, los de los “pies ligeros”, como Áquíles de La Ilíada.
Los más rápidos del mundo
Los ultra maratones son cosa de todos los días entre los rarámuris de la Barranca del Cobre. De hecho, Lorena los hace desde sus 17 años: en Caballo Blanco 80 kilómetros), en los Cañones de Guachochi (100 kilómetros)…, correr para Lorena y para Mario Ramírez como para cientos de tarahumaras es una manera de ser-en-el-mundo. Por ello Christopher McDougall los tomó como insignia en su libro Nacidos para correr: “Durante siglos han desarrollado técnicas que les permiten correr cientos de kilómetros sin descanso, transformándolos en los corredores de fondo más rápidos de todos los tiempos”.
Lejos de la moda de los tenis súper ergonómicos, Lorena, quien calza del número 4 y apenas mide 1.50 metros, prefiere los huaraches, porque “son más ligeros y no se resbala uno con ellos”. Corre diario sin otro guía que su hermano y sin otra compañía que su perrita “Perla”. Come lo que comen sus hermanos rarámuris: pinole, frijoles, nopales, quelites, alguna vez papas, nunca hay para carne, lo más sofisticados son los burritos con frijoles y salsa de chile. No más.
¿El secreto de los rarámuris? Correr, desde pequeños, en huaraches. Esa técnica hace que la planta del pie se adapte al terreno abrupto. Y no el terreno abrupto el que se tenga que adaptar a la planta del pie. Y su juego predilecto es su entrenamiento más acabado: el rarajipari o juego de la bola. Dos equipos patean persiguen una bola grande de madera por la Barranca del Cobre, hasta por 100 kilómetros para las mujeres y hasta 200 kilómetros para los hombres. Hay apuestas. Y el perdedor paga con una chiva. Y luego comen todos.
De ahí nació Lorena. De esa región olvidada y grandiosa del México Mágico. Y como ella, tantas otras mujeres indígenas que podrían ser ejemplo…
Publicado en El Observador de la actualidad