El ciberataque del virus conocido como “ransomware” del pasado fin de semana, ha puesto a temblar a medio mundo. España, Portugal, Reino Unido y Rusia, entre los afectados. También México.
Las consecuencias —aparentemente— fueron pocas. Pero se ha abierto una rendija por donde los ciberterroristas pueden (lo van a hacer) desestabilizar sistemas de seguridad con consecuencias incalculables.
Estos virus informáticos cifran la información (realizan un secuestro exprés de datos) de las computadoras a cambio de un rescate de tipo económico (se pedía 300 dólares por recuperar la información).
Pero la pregunta está en el tema de fondo: ¿y si se tratara de otro tipo de canje, por ejemplo de armamento, presos, posiciones políticas?
Fue, en esta ocasión, un software malicioso el que provocó el ciberataque a nivel global; un WanaCrypt0r, una variante de WCry/WannaCry.
El ataque global se detuvo tras la difusión de un parche de Windows por parte de Microsoft. El origen del ataque fue un exploit, como se denomina a los softwares enmascarados que corrompen el sistema.
Los responsables del ataque fueron, sobre todo, por miles de empresas, ya que éstas poseen información valiosa por la que están dispuestos a pagar un rescate.
Sin embargo, según los expertos, el pago del rescate no es garantía de que se pueda recuperar la información cifrada por el virus.
El malware ya no es obra de un personaje solitario; es una “industria” que puede llegar a generar, en un solo día, millones de dólares. Mientras se mantenga en ese nivel, las consecuencias son desagradables —por ejemplo para los hospitales— pero no catastróficas. Hay un paso.
Se necesita una acción conjunta para unir fuerzas mundiales y enfrentar a los ciberterroristas. Ahora podrían desatar una guerra que podría acabar con el planeta. Más aún cuando gobiernan a las principales naciones del mundo, gente con ganas de pelear.
Como bien decía Marc Augé en uno de sus últimos libros, todo este tinglado cibernético está llevando a gran parte de la humanidad a cambiar el antiguo miedo a la muerte por un muy contemporáneo miedo a la vida.
Publicado en Siempre!