Candidatos católicos

En las próximas elecciones del 5 de julio, si no me equivoco, ocho de cada diez candidatos a ocupar puestos de elección popular (diputados federales, locales, presidentes municipales, gobernadores) son o se confiesan católicos. El dato podría traernos una enorme esperanza. Pero no es así: nos trae, más bien, una enorme tristeza. Porque sabemos que en México (aunque no sea patrimonio nuestro) una cosa es decirse católico y otra, muy diferente, es serlo.

Como en muchos otros temas, Juan Pablo II reflexionó en profundidad sobre los tres elementos que componen la esencia de un político católico:

1) Coherencia con sus convicciones
2) Fidelidad cristiana
3) Testimonio visible de su fe

Coherencia significa algo así como decir lo que somos y ser lo que decimos. Hay principios básicos de la acción política cristiana que no son negociables: la dignidad de la persona, el bien común, la libertad, el respeto a los derechos humanos. El cristianismo es el origen de la democracia. Los valores profundos de ésta nacen, como todo lo que es verdadero, del costado de Cristo en la cruz.

Fidelidad cristiana no es otra cosa que estar abrazados al mandamiento nuevo que nos dio Jesús: el mandamiento del amor. Quien ama jamás toma al otro como un objeto. Antes lo contrario: está dispuesto a todo con tal de lograr su felicidad, su perfección, su bien.  Incluso si ese otro es un «enemigo» político. 

Ser testimonios visibles de la fe implica que el disfrute de las responsabilidades públicas va aparejado con el deber de conciencia de actuar y decidir siempre a favor de la vida, en todas sus expresiones, en todo su misterio, desde la concepción hasta la muerte natural. No hay conciliación, por ejemplo, entre el aborto y el cristianismo. Es una contradicción imposible de ser subsanada. El testimonio visible lleva consigo renuncia y sacrificio; nadar en contra de la corriente: servir a Dios por sobre todas las cosas.

A lo mejor es hablarles en chino a nuestros candidatos, pero si se dicen católicos tienen que transitar por esta ruta.  Ni le busquen: no hay otra.