Todos tenemos la respuesta de San Pablo: vana sería nuestra fe. Sabemos que el sepulcro vacío es la evidencia del cristiano. Una paradoja para el mundo no creyente, para los escépticos. Sin embargo, “paradoja es el nombre que dan los tontos a la verdad”, escribió José Bergamín a Miguel de Unamuno en una carta.
Los negacionista tienen sus ideas. Y creen que sus ideas –para ser verdaderas– deben coincidir con lo que ellos alcanzan a ver. A su juicio, “alguien” removió la piedra y se robó el cuerpo; “alguien” inventó la historia. “Alguien” está mintiendo. Continuar leyendo