Hay dos maneras de perseguir a los cristianos: una es matándolos, otra es no dejándolos vivir su fe (que es otra forma de muerte).
Nuestro mundo asiste absorto, obnubilado, cariacontecido y con el corazón roto a una persecución brutal del cristianismo en Medio Oriente, en África, en Asia. Hay lugares en donde los jefes religiosos han prohibido partir por medio un jitomate, ¡porque aparece una cruz!
El odio es inconcebible. ¿Podría usted imaginarse la sola posibilidad de que cuatro monjitas de la orden de la beata Teresa de Calcuta fueran víctimas de asesinos contra la fe? ¿Hay alguien que trabaje más a fondo en la salvación de los pobres entre los pobres?
Sucedió en Yemen. Y en el fondo más profundo de nuestra humanidad. ¿A dónde hemos llegado? El Papa Francisco, dolido hasta los huesos, habló como nadie podría hablar en la Tierra. De perdón, esperanza, oración. Por las cuatro hermanas, por sus colaboradores masacrados, por sus familias y por la tenebrosa alma de los matones.
Pidió por la paz. Y a madre Teresa de Calcuta que interceda ante Dios por nosotros. Podemos rezar, ayunar, dar limosna por mil acciones específicas. Esta Cuaresma, que ya toca a su fin, ¿podemos ayunar, orar, dar limosna por estos nuestros hermanos que derraman su sangre por Jesús?
El Observador junto con Ayuda a la Iglesia que Sufre, te ponemos en campaña. Porque somos una Iglesia en campaña.
Publicado en la edición impresa de El Observador