¿Qué tiene el Papa que tanta amistad procura?

papafranciscoyninoMe robo, desvergonzadamente, el primer verso del famoso soneto de Lope de Vega (¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?) para distorsionarlo y preguntar por el “secreto” de Papa Francisco en la vuelta a la Iglesia de muchos que andaban fuera, y en la alegría de tantos no creyentes que han visto surgir, de donde menos se imaginaban (porque no conocen el corazón de la Iglesia) el liderazgo espiritual, adherido a Cristo, que su alma anhelaba.

La respuesta es muy sencilla y está contenida en la bula del próximo Año Santo.   La respuesta es la misericordia.   Porque la misericordia muestra el rostro de Dios. Cierto.   Pero también su justicia. En el pasaje de la mujer adúltera a la que iban a apedrear, Jesús estructuró el camino que ahora está definiendo Papa Francisco.   ¿Dónde están los que te acusaban?   Se fueron uno a uno, comenzando por los más viejos (los que se autoproclamaban “más puros”). Y el Señor la mira (nos mira) a fondo. “Tampoco yo te acuso”. Luego, la justicia: “Vete, pero (ojo) no peques más”.

Francisco es esto: no condena, ayuda a entrar en la bondad. Ayuda a vencer el mal con el bien. El pecado no es cualquier cosa. Me hace dañó a mí y le hace daño al otro. Mancilla la Creación tanto como el corazón. En “Laudato si” da una lección magistral de la sencillez cristiana del abrazo a todos los hombres. O, ¿quién es tan “puro” para condenar? Hay santurrones que se empeñan en seguir desuniendo, inventando apostasías, cocinando fantasmas. Hay tercos que buscan luz en sus tinieblas.

Francisco procura tanta amistad porque no habla en nombre de ningún poder humano: habla en nombre de Cristo: camino, verdad y vida.

A R.U.G.

Publicado en El Observador de la Actualidad