Javier: escribo triste. Es el ocaso del último día de tu vida en la tierra. Ha refrescado un poco. Es verano en todos los relojes. También era verano para ti. Con tu querida “Chula”, María José, apenas te cabía la alegría de ser abuelo. Te entregaste discreto a las manos de Dios. Discreto: como todo lo que hiciste entre nosotros.
Tu noble corazón falló el día de Nuestra Señora del Carmen. A las tres en punto de la tarde. La hora del Credo. “Todo está consumado”. Detrás de las parvadas de pájaros que degüellan el crepúsculo queretano de un rosa de bengala, me acuerdo de ti. Fuimos amigos, mucho más allá de la sangre que nos unía.
Cuánto te queríamos. Cuanto te quería Pero, ay, a algunos Septién (tú eras un Septién profesional) nos fue arrebatado el arte supremo de mostrar nuestros sentimientos. Somos como ostras. Nunca te lo dije. ¿Sirve algo que lo exprese hoy, al llegar la primera noche de tu camino a la eternidad?
No dejas un hueco: dejas una responsabilidad. Para Javier, Mária, Juli y Pau; para tu mujer maravillosa, para tus hermanos, para cada uno de los que anduvimos cerca de ti: la de ser devotos sin complejos; la de rezar de rodillas y reír sin ataduras. ¿Quieres que te defina con una palabra? Bondadoso. Eras un hombre libre.
Cambiar de misión es la misión de los que mueren en gracia. Habías comulgado en la Misa tempranera a la que ibas casi a diario. Y traías el escapulario puesto, muy orgullosamente. La Reina del Carmelo te ha de haber acogido al primer nanosegundo de tu nueva morada. Era su día. Lo celebraron juntos.
La última semana de tu paso por el mundo cambiaste la foto de tu perfil en redes sociales. Antes era tu nieta. Como una premonición fantástica decidiste poner en su lugar una cruz enhiesta sobre un fondo rojo profundísimo. Cristo pendiendo de ella. Dos palabras nada más: “Por ti”. Si. Él murió por nosotros. Y tú moriste en Él.
Al salir de nuestra casa –tras la última cena juntos—dijiste: “La próxima que sea en mi casa”. Sí, Javier, que sea en tu casa. Reza por nosotros, para que alcancemos la altura de cumplirte esa promesa en tu casa del cielo.
*Javier González de Cossío Septién, +16 de julio de 2015
Para María José