Quizá como nunca, en plena crisis de la caída de los precios del petróleo, el déficit fiscal, los desaparecidos de Iguala y los miles de mujeres y hombres que se perdieron en el camino, la corrupción de las propiedades, la apatía ciudadana frente a partidos políticos violentos, agresivos, insufribles, el 7 de junio será la prueba de fuego de la estulticia publicitaria con que los diez partidos políticos nacionales intentarán llegar al poder.
¿Para qué? Pues eso queda claro: para enriquecerse a costa de quienes —humillados y ofendidos— seguimos pagando el pato de la ineficiencia, el descontrol, la insensatez y el desfiguro de funcionarios que toman un helicóptero “con fines médicos” para irse a esquiar a Colorado.
El pasado domingo 5 de abril, junto con el cambio al horario de verano, se dio el banderazo de salida a las campañas federales y locales, campañas de denuestos, adjetivos calificativos, mierda y guerra sucia, en las que la radio y la televisión de cada rincón de la geografía mexicana inundarán de spots sus programaciones, haciendo su agosto en plena primavera. Un agosto pagado con creces por la ciudadanía amodorrada y atónita de un país que, como escribió Ikram Antaki, “se negó a crecer”. Que se quedó enano.
Los candidatos, los líderes de opinión, los artistas, las estrellas de la farándula y uno que otro despistado futbolista, boxeador o periodista, protagonizarán esta alabanza al vacío político con mensajes repetidos, huecos, en una avalancha seborreica digna de mejores causas. Desde ese 5 de abril y hasta el 4 de junio, más de 16 millones de anuncios saldrán al aire, de los cuales 13 millones 815,360 serán de los partidos políticos, y el resto de las autoridades electorales: un 13 a 3 que, sin lugar a dudas, marca en dónde anda el interés y el dinero rondando hoy por hoy en México.
Afortunadamente, serán dos meses los que vamos a sufrir esta tortura mediática, para que el 7 de junio vayamos a las urnas tapándonos las narices a la hora de votar. El descrédito es cuasi absoluto. Solamente quedan las cuotas de los partidos, las grandes franjas de votantes por éste o por aquél, no porque lo quieran, les parezca bueno, servicial, sagaz, sino porque obtendrían de ella o de él beneficios, prebendas, puestos, huesos o una lámina para el techo de sus pobres casas. En el último de los casos, una torta y un frutsi…
¿De qué van a ir las campañas? No se necesita ser un genio para predecir el “spin” comunicativo de las mismas: tratarán, todos, desde los humanistas hasta los revolucionarios, pasando por los turquesas, los institucionales, los que antiguamente dignificaban la oposición, los sociales y los del trabajo, los tucanes y los morenos, de “administrar el miedo” (Paul Virilio), de hacerlo tangible, real, casi como la predicción de un arresto. ¿Cómo? Muy sencillo. Soy el que te va a costear. Si no votas por mí, te las verás conmigo más tarde, cuando llegue yo y quite al otro.
Publicado en Revista Siempre!