–Reverendo Francisco Eduardo Cervantes Merino como obispo de Orizaba (superficie 2.012, población 663.000, católicos 589.000, sacerdotes 89, religiosos 136) en México. El obispo electo nació en 1953 en Ciudad de México (México) y fue ordenado sacerdote en 1979. Es licenciado en Teología Pastoral y Psicología Educativa. Durante su ministerio pastoral ha sido entre otros, vicario parroquial, párroco, profesor de seminario, coordinador diocesano y miembro de Consejo Presbiteral–
Así se daba a conocer la noticia en el Vatican Information Service (VIS) del pasado 2 de febrero, Día de la Candelaria, de la designación del Padre Lalo, un amigo entrañable de El Observador, como nuevo obispo de Orizaba, Veracruz. Lalo Cervantes ha sido uno de los grandes motores de la pastoral social en Veracruz, concretamente desde su trabajo en la diócesis de Tuxpan, donde se encontraba encargado de la Catedral. Su dinamismo –como su forma de conducir automóviles—parece no conocer final. Es auténtico, extrovertido, cercano a la gente: un pastor de esos que pide el Papa Francisco: con olor a oveja.
Orizaba estará de enhorabuena. Una nueva generación de obispos, los “Francisco-boys” (perdón la pedantería) se está cocinando en México y en el mundo. Jóvenes experimentados como Lalo; sacerdotes hechos y derechos, que han bregado para instituir una Iglesia católica a la altura de los retos de la sociedad post-cristiana que estamos viviendo, son hoy los elegidos por el Papa para conducir al rebaño. Como sucedió en la última promoción de cardenales, como sucedió con otro admirado ejemplo de un servidor, el cardenal don Alberto Suárez Inda, el Papa Francisco nos está enseñando que la única carrera posible dentro de la Iglesia es servir a los demás.
Cuando felicité a Lalo por su nombramiento, le dije: “¡Monseñor!”. Su respuesta fue una sonora carcajada.
Publicado en El Observador de la Actualidad