Verdades a medias

calentamientoLa doctrina de la Iglesia con respecto a la Creación es muy sencilla; hay que cuidarla como obra de Dios.  Y en el cuidado se contiene la actitud cristiana frente al medio ambiente.  No tomar para mí lo que es de otros; reverenciar lo que otros me heredaron; dejar un mundo más respirable a los que vienen detrás.

Hoy, con el calentamiento global encima, los barones del poder y del dinero nos están colando una mentirijilla que, oída millones de veces, ya se nos está convirtiendo en verdad: que los cristianos estamos locos, desfasados, fuera de tiempo, por defender la vida y la dignidad inviolable de cada persona.

En el fondo, la tesis de los que dicen saber de estas cosas –y que difunden acríticamente los medios de comunicación— es que sobran seres humanos en el planeta, y que es la acción depredadora del hombre, especialmente del hombre pobre, el del sur, el del Tercer Mundo cristiano, la que lleva a la humanidad al despeñadero.  ¿Solución? Que haya menos gente en la tierra.

Esterilizar a las mamás, dar luz verde al aborto, matar a los ancianos, son los mecanismos para acabar con el calentamiento global.  Y este horror se repite una y otra vez.  Porque la otra mentira es decir que hay que invertir solamente en tecnologías limpias para acabar con el deterioro del ambiente.  Siendo esto posible, no es, ni de lejos, la panacea.

La solución es invertir en la persona; invertir en los más pobres.  El Protocolo de Kyoto cuesta entre 150 mil y 350 mil millones de dólares cada año.  Con esa cantidad –una sola vez—se podría dar acceso a todos al agua, a la salud, a la educación.  Prefieren eliminar bióxido de carbono.  Y eliminar gente.

Publicado en www.elobservadorenlinea.com