A partir del 1 de noviembre, la muy progresista Alemania –pobre Papa Benedicto— ofrecerá a los papás que tengan esa cosa tan rara que se llama un bebé, tres opciones para rellenar su Acta de Nacimiento: «masculino», «femenino» y «en blanco».
Ha nacido el «tercer género». La duda está en los pasaportes. ¿Qué letra van a poner? Si ya no es «M» ni «F», ¿será «X» en la casilla que ponga «Sexo» del portador? ¿Y en las elecciones, en los sondeos, en las ofertas de trabajo? Bueno, en estas últimas, los mexicanos nos hemos adelantado. Leo en el periódico que se solicita persona de tal edad, tal estudio para tal puesto, con «sexo indistinto».
Alemania es el primer país europeo –yo creo que el primer país del mundo, aunque pudiera haber una isla perdida en la Papuasia que a lo mejor ya lo tiene— en oficializar la tercera opción de género. ¿Y saben cuál fue la razón? Pues ni más ni menos que para proteger los derechos de aquellos bebés nacidos físicamente con ambos sexos, conocidos como «hermafroditas».
Le pregunto: ¿cuántos hermafroditas conoce usted? ¿De cuántos ha oído hablar? Una fuente de Internet (http://www.neuriwoman.com) habla de 500 casos documentados de hermafroditismo verdadero en todo el mundo. ¿Habrá muchos más inconfesados? No, no los hay. Es, de nuevo, abrir una puerta lateral para abolir la naturaleza, la Creación, la normalidad y jugar a ser como dioses, jugando con las leyes; creando «derechos» que no existen en el común de las personas (nadie tiene «derecho» a ser hombre o mujer, por ejemplo) y, en nombre de la libertad, eligiendo todo: empezando por el sexo y terminando por la nacionalidad, el planeta en el que quiere vivir, el tipo de aire que «debe» respirar.
Publicado en El Observador de la Actualidad