El «efecto» Francisco

papa_francisco_en_brasil_14Somos muchos los que nos hemos sentido duramente interpelados, casi diría arrinconados, por los mensajes del Papa Francisco en su día con día. No solamente en Brasil, cada momento que toma la palabra es para enseñarnos una lección viva del Evangelio, y una práctica de la simplicidad cristiana que conmueve al más duro de corazón.

Creo que una de las cuestiones que más le preocupa al Papa es el volvernos «mundanos». Es cuestión de actitud, no de dinero o poder. El «mundano» es aquél que se llena de mundo y olvida a Dios. Desde luego es más fácil llenarse de mundo cuando se tiene dinero para comprar muchas cosas del mundo. Pero también se produce esta catástrofe cuando nos obligamos a mentir, a engañar, a falsear nuestro trabajo, nuestro matrimonio, nuestra convivencia con los otros. El espíritu se nos vuelve agrio. Y el alma encallece. Somos unos necios que -como decía Wilde- «sabemos el precio de todo y el valor de nada».

También le preocupa -y mucho- lo que él llama «la cultura del encuentro». Salir de la zona de confort que ocupamos -sea cual sea el cargo, la función, el papel- para «besar las llagas de Cristo». Qué difícil resulta salir de lo calentito, de lo acogedor, de lo «nuestro». Con determinación de Jesús en su postrero camino a Jerusalén, así nosotros hemos de abandonar al hombre viejo y comenzar una aventura. La aventura del amor al prójimo.

El «efecto» Francisco es la sencillez del cristiano de la primera hora: cuando el yo y el tú se resolvía, dignamente, en un nosotros. «Miren cómo se aman», decían de los primeros cristianos. Hoy debería ser lo mismo. No lo es. Pero nada es fatal en este mundo. Nada. Ni la muerte.

Publicado en El Observador de la Actualidad