Fueron poco más de cuarenta tuits los que tecleó Benedicto XVI. El Papa Francisco acaba de iniciar su pontificado con el primero: “Queridos amigos, os doy las gracias de corazón y os ruego que sigáis rezando por mí”. El primer tuit del Papa Francisco llegó al final del Ángelus del domingo 17 de marzo, tras haberse dado un baño de multitud y de haber recordado al mundo una de las verdades fundamentales de la vida cristiana: el perdón.
La cuenta @pontifex, está en nueve idiomas, y ha vuelto a funcionar. Hasta el momento, debido al jalón de prensa que tiene el Papa Francisco, posee ya 3 millones 400 mil seguidores. Representa un reto monumental para la Iglesia, y una herramienta insospechada para la propagación de su mensaje, especialmente en aquellos ambientes —sobre todo el de los jóvenes— en los que el Evangelio de Jesús dice poco o casi nada.
El estilo del Papa ha sido desconcertante para muchos que pensaban en una continuidad de lo que denominan el ala conservadora de la Iglesia. Ciertamente, para los creyentes actuó el Espíritu Santo en la elección de este jesuita, redactor de uno de los documentos decisivos de la Iglesia en América Latina (el documento de Aparecida) y amigo de la opción preferencial por los pobres como destino irrenunciable de la Iglesia en nuestro subcontinente. Para los no creyentes, este fue un acto decisivo de renovación y reforma.
Y para los críticos, como Leonardo Boff, el asunto endereza las cosas: “Vale la pena mencionar —escribió Boff recientemente— que es un Papa que viene de Gran Sur, donde están los más pobres de la humanidad y donde vive el sesenta por ciento de los católicos. Con su experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá reformar la Curia, descentralizar la administración y dar un rostro nuevo y creíble a la Iglesia”.
Todo eso se ha ido actualizando con los gestos de Francisco y con los tuits que se irán acumulando poco a poco. Él mismo se los dijo a los cardenales, nada más salir electo. La mitad o más de nosotros —les dijo— estamos en la vejez. La vejez es “la sede de la sabiduría”. Pues bien, exhortó el Papa a los príncipes de la Iglesia, dejemos de ser solamente sede y vamos a donarles esa sabiduría a los jóvenes pues si no es así, no lo dijo pero lo dio a entender con claridad, nos vamos a quedar con una Iglesia de viejitos.
Tanto Benedicto XVI como Francisco lo saben: si no hay transmisión de la fe, a través de las nuevas tecnologías de la comunicación, en especial las redes sociales, la Iglesia va a perder el rumbo y la obligación de “evangelizar desde los tejados”.
Publicado en Revista Siempre!